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café y cigarro

Me estaba preguntando qué habría sucedido con cafeycigarro.com

No lo recordaba hasta ayer, pero ese fue el primer dominio que compré en mi vida. En él había cosas de la Señá Gregoria, poemas, el rollo de los maeses, reuniones para no sé qué… Todo de cuando el mundo se abría. Sé que conservo los archivos en algún disco duro, y eso es importante. En aquel tiempo estaba hecha sin css, sin partes del documento. Recuerdo que cuando querías cambiar cualquier parte del formato general tenías que hacerlo en todos los archivos, uno a uno.

Ahora es otra cosa, una especie de blog triste de alguien no muy contento, o que no escribe cuando lo está. Supongo que el nombre no ha perdido del todo el alma.

¿Qué sucederá con todo eso? ¿Mis personajes del world of warcraft cuando echen el cierre los servidores? ¿Es lo temporal menos válido sólo por serlo?, ¿qué significan, entonces, quince días de vacaciones en alguna parte? ¿Qué somos en cuanto a nuestra vinculación con lo efímero? ¿La memoria es la garantía de algo? Como en la vieja adivinanza del árbol que cae solo en el bosque, sin nadie para oírlo, ¿algo ha sucedido si no queda nadie que lo recuerde?

Y la respuesta es no. Al menos no para los seres humanos. Lo que no está en nuestra memoria o en nuestras maletas —en cualquier soporte de información— no ha sucedido nunca.

No me cuesta demasiado trabajo pensar que mis personajes del WoW son como aquel mes que pasé en Menorca en un chalet rodeado de gente del Lokal, un lugar y momento en el que estuve y que conservo más o menos en la memoria. Pero al WoW, mientras no cierren, puedo volver. Mis personajes están congelados allí. Todo ha cambiado en el juego, el mundo no es el mismo, pero ellos están allí, anclados tal y como los dejé hace más de cinco años. Cafeycigarro.com no me está esperando, pero tengo los archivos en un disco duro. El protocolo aún es válido, podría revisitarlo tal cual estaba. Un momento en el pasado está sólo en mi memoria y en la de los que estuvieron allí, en algunas fotos o vídeos. El tiempo fluye y se agota al hacerlo.

Lo que el ser humano parece ir ganando con la tecnología es la capacidad de almacenar tiempo pasado. Todo está siempre a un par de desgracias de desaparecer, porque los soportes son físicos. Pergaminos, libros, casettes, disquetes, discos duros. Épico, siempre al filo.

Recordarse en lo máximo y en lo más mínimo: las fotos de la boda, de los primeros pasos del crío, de cuando estuve en el banco esta mañana.

Cuanta más información haya y más accesible sea más difícil es engañarnos, manipularnos, construir un pasado a la medida de las intenciones de alguien.


No creo que lo importante en los cambios que vendrán en el futuro sea la tecnología como artefacto, sino cómo va a redimensionar lo efímero y el modo en el que nos relacionamos con el tiempo.

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