Me añurdo los días de lluvia. Me añurdo si no bebo, como Robe. Me añurdo melancólico los stores levantados. Devenir que no deviene, siempre en latencia. Me paro a oler las rosas urbanas (conversaciones, juergas, guitarreos, libros, poemas, versos, cafés con leche, cigarros lentos, ojos, labios, bocas, brazos, sexos-nexos, circunvalación de piernas, cervezas rubias y negras, con espuma siempre, miradas secretas, bics, paseos bajo la lluvia solo o acompañado, manos que tiendo y que recibo a cambio) porque el devenir no deviene, siempre en latencia.
De otro modo, más o menos mitológico, in illo tempore, hablo de lo otro, de lo perdido, esbozado en un relato oral que susurro, me digo, redundando y lastimando lo que inspiro, en un esfuerzo conjunto (mis yos) de tapar un agujero con tierra fresca.