Me levanto, y como estoy en una estúpida e incomprensible fase lunar limpiadora me pongo a limpiar, a barrer y fregar hasta que todo reluce. Después llama Cisneros y viene a tomar un cafetín, hablamos de lo divino y de lo humano hasta que me ducho y voy al trabajo. Allí desaparezco en una montaña de curro. Retorno a la conciencia a las nueve y media, cuando llama cisneros y me dice que mañana es fiesta en Madrid. Que hay que aprovecharlo.
Lo comento con el galego. Asiente, complacido, con retranca.
Salimos corriendo del curro y nos metemos en un zx blanco, le enfilamos al opencor y nos perdemos un par de veces, aparcamos en la puerta y él pilla las cervezas y yo las pizzas. Llegamos a mi casa, donde todo huele a limpio, y hacemos la cena. Nuevas conversaciones. Nos parece curiosa la forma que adoptó la represión a la mujer a lo largo de la historia. Si era algo defectuoso, imperfecto, ¿por qué no la apartaron sin más, por qué ese odio y esa represión? Todo parece indicar que se le tenía miedo. La mujer como imagen del disturbio, como juego del peligro ejemplificado en dos casos archiconocidos, pandora liberó todos los males y eva lo mismo, arrancándonos del paraíso, salen muchos más casos, pero no tiene sentido documentarlos aquí. En realidad el hombre, pensamos, no reprimió a la mujer porque él se sintiera superior, sino porque le tenía miedo a ella. ¿Quizá un legado del paso de las sociedades matriarcales a las patriarcales? No sabemos, pero en cualquier caso es patético tanto miedo, y mucho más la forma que tomó en la organización de la sociedad, de las sociedades. Decidimos que es complicado aprender a convivir, porque hay mucha memoria histórica en este caso (y eso es bueno, un mundo enzarzado en la actualidad es un mundo sin pasado, un mundo sin pasado está condenado a ser cualquier cosa y a repetir una y otra vez los mismos daños), pero mal utilizada: se usa para denostar y no para comprender. Decidimos que el juego del garito está condenado a perpetuarse porque ambas partes lo estimulan, los tíos afilando dientes y las tías cerrando el paso. No es algo malo, es cuestión de no ir de garitos con tales intenciones.
Llega Cisneros y recordamos algunos casos pasados, divertidos.
A las once y media cogemos el leon y nos vamos, pululamos por los garitos atentos sólo a la conversación. Nos lo pasamos de puta madre. Concretamos preparar monólogos para el segundo y cuarto viernes del mes. No hablaré de las risas, por estricto trasunto estético en esta bitácora. Bastante más tarde, cuando la noche oscurece, nos vamos. Dani nos deja en su garaje y nosotros le dejamos en su casa. Hablamos en la puerta. Con el galego siempre estamos buscando respuestas, y nunca las encontramos, eso es filosofía pura y dura. Nos vamos acercando, con eso es bastante.
Llego a casa, me tomo un vaso de leche. Me carcajeo hacia dentro, destrozando algunos órganos internos. Siempre he sido reacio a esto. Pero no está mal. No está nada mal.
A la espera de un gran silencio, me duermo.