3.
Y sales a la calle cuando ella despierta
y te has despedido mal,
con prisas,
y has leído en sus ojos la misma soledad
mal digerida que en otras veces
y piensas que en el fondo
sólo cambian las caras y lo demás
permanece siempre en el mismo
sitio,
en sus palabras confusas y en
su arrepentimiento a medias y
en su aliento que apesta
a ilusión rota otra vez rota
su ilusión te despide con un
beso en la mejilla y un
hasta otra.
Y sales a la calle y te preguntas
dónde carajos estás porque no
podías permitirte el tiempo de
preguntarle a ella no podías
permitirte un segundo más con ella
sin correr el peligro de volver
más tarde a su casa
con la maleta y una vida
maldita y jodidamente
desecha.
Un buen día de sol comienza.