Perdón por eso,
perdón por vivir cada día así.
Quizá estoy perdiendo el norte o algo, quizá estoy olvidando dónde estaban las cosas que había que vivir,
pero es que no hay excusa cuando no hay norte, ni algo,
ni destino final, ni localización perfecta donde empezar
y quizá
sólo quizá
es que me agarro a donde no debo.
Quizá es que marco una señalización, una baliza
donde no debo.
En cualquier caso, perdón por tu oquedad
o por mi fijación en ella.
Perdón por encontrar un lugar cercano remoto donde lo que significa significa algo.
Perdón por todo, entonces, por las noches de cenicero en una casa desastre que se
va al carajo, donde me levantaré mañana yéndome al carajo.
Supongo que al carajo.
Perdón por mirarte, perdón porque estoy a gusto aquí.
No parece importarte mucho, la verdad.
En cualquier caso perdón, te preocupe o no. Quizá tengamos mañana que centrarnos
en lo que debemos centrarnos, en el pan y el algo y en tener para comer.
Pero hoy, por hoy,
parece más apetecible detenerme aquí,
darte un beso,
dejar que las cosas se enfríen y se calienten mientras,
como siempre,
todo y cada cosa se va a la mierda y yo estoy aquí,
entre tus labios,
mientras todo se va sumariamente al carajo gracias a la entropía y a lo malditamente
idiotas que,
regularmente,
somos todos.
Perdón, digo, por todo.
No parece importarte demasiado.
No parece.
No me engañas.
Sabes perfectamente.
Quizá no, ¿quién sabe?
No se si sabes tú o si sé yo de qué coño estamos hablando.
En fin.
Tengámoslo claro.