Hace más gracia bromear sobre las cosas que se toman tan enserio que impiden una revisión honesta y sensata. No hace gracia pensar en las situaciones cotidianas de alguien que ya es cotidiano y común. La propia sacralización hace el chiste, y no los humoristas.
Añado 23/02/2015:
«[…] el humor no es burla descarnada contra los demás, sino un método —por lo general muy inteligente— de vernos humanos y falibles, como en realidad somos».
José María León, Gkillcity.
Y como la gente sin sentido del humor —o demasiado pagados de sí mismos, o con demasiado que perder en el juego estético en el que se ha convertido casi todo— no se puede permitir transmitir falibilidad, pues así sucede.