Todas las ventanas abiertas. El verano ya huele, empieza a entrar puertas adentro. Quizá mi ropa deje de oler a humedad, o quizá no, quizá sea uno de esos rituales de comunión restantes.
Me pregunto por qué no salí con Miguelón, Cisneros, Rosa, Ortondo y las amigas del curro de Rosa. Estuvieron aquí cenando (los cuatro primeros) y ahora van a la zona de juego. Yo, en el último momento, decidí quedarme. No tengo muy claro por qué.
Y aquí estoy, con mi verano para mí solo. Espero que me aproveche.
Revuelto de gula y gambas, pollo especiado con salsa gitana, pan con perejil y ajo, un bizcocho de chocolate. Cerveza en consonancia.
No tocamos la guitarra. Pero después, cuando se fueron, la saqué del carrito, la saqué de la funda, la afiné despacio (creo que con cariño), acaricié el mastil y toqué «me siento tan pequeño», mirando al gordo rapado del otro lado del espejo, que me miraba.
La casa está ordenada y me gusta. Me gusta verla así. Parece un buen sitio donde estar. Por qué no.
Voy a leer escuchando algo de yazz, para mí es una experiencia nueva no estar la noche del sábado borracho. Llevo años estándolo. Las ventanas abiertas, para que entre el verano. O para sentir el contacto con el mundo que no llego a encontrar en los bares. Con el recuerdo de las conversaciones, y de la cara de decepción de Cisneros y Rosa cuando dije que no salía.
No, no me siento viejo. Me siento cansado hoy, eso es todo. Me siento muy cansado, me duelen los riñones (del sobreesfuerzo, supongo). No creo que la salvación esté en los sábados. Ya no. Ya no en la juerga, menos cuando ni siquiera apetece.
Antes me espoleaba el pensar que Lorelay estaría por ahí pasándoselo de puta madre, me irradiaba una especie de estímulo de no quedarme atrás. Ya no tiene nada que ver. Así lo noto. Ya no tiene nada que ver.
No estoy triste, estoy extrañamente sereno. Calmado. Me apetece una buena ducha y leer algo que compré de Pratchet, reírme un rato tranquilo, sentado en el sofá, tomando cerveza mahou clásica, o quizá alguna infusión, depende.
Siempre soy consciente de que todo gira. A veces pierdo el culo por coger el tren, por no quedarme en la estación. Otras veces me suda la polla el tren, el mundo y sus giros, y sólo quiero un buen libro o una buena charla, tranquilo.
Habrá jueves para buscar la gresca de la vida y tocar por los parques. Habrá muchos días así. Hoy no tiene pinta.
Si tengo que conocer a la piba de mi vida borracho en un garito (como parece que debe ser) prefiero que conozca a otro menos problemático. Yo siempre acabo liado con alguna tontería y la cago. Aunque para mí no es cagarla, claro.
De este ordenador saldrán novelas y poemas, de la guitarra que tengo a mi lado canciones. En esta casa seguirá habiendo buenas cenas, buenas risas, buenos cafés de desayuno en buena compañía.
Ahora mismo (y será porque estoy cansado) la verdad es que todo lo demás me importa un carajo.