No olvido que esto es un diario. No tengo ninguna responsabilidad con cualquiera que lea esto. El problema es que uno es diva, y si no lo escribo cara al público, directamente no lo escribo. Eso no elude la verdad de que tengo una responsabilidad conmigo mismo, si leo esto dentro de un año, querré saber cómo estoy en mayo, más allá de retoques de fotoshop que reflejen metafóricamente mi situación.
Ayer… no quería hacer nada, leer un best-seller, supongo. Sentirme diluido en algo (ya no me sirve la fiesta para eso, colega, recuerdalo). Pero una indiscrección por mi parte montó la fiesta. Estuve en la mina, vi a alguien al que no quería ver y a alguien a quien sí quería ver, pero se fue, y fin de la historia (no se lo he dicho a nadie, pero está por ahí, fotografiada en la bitácora, diez puntos y unas mahou a quien me señale el post). Me lo pasé de puta madre.
Pero, lo siento, lo siento sinceramente, eso no sirve.
Hoy vino ortondo y grabamos en el multipistas, el resultado es apabullante, nunca he sonado tan bien. Doscientos kilos en kanal de cervezas, canciones grabadas con toda su fuerza. Todavía conservo toda la voz, todas las uñas. Estoy cogiendo la habilidad de matarme en cada entrega y, aún así, paradójicamente, no morir. No sé por qué.
Luego vino luego, y trajo consigo las cosas que vienen luego. No, no podía salir, hoy, ayer, esta mañana, mañana por la mañana, o cuando quieras, hará un par de meses. Está ahí, no lo puedo negar. Un par de meses del festín, holocausto homenaje a los dioses (qué dioses, qué homenaje). Después vinieron los demás, gente que apenas conozco, también. Me sentí bien al ver la casa vibrar. Conocí un vecino, porque era amigo de koldo. También estuvo Koldo, y nano. Estuvieron todos, como nunca. De menos a David y Laura, a Hare, a Oscar y Diana. Pero los demás fueron los que fueron y se comportaron como si aún fueran más aún más aún más que eso, que ya lo es todo.
Creo que todo está implícitamente dicho. Explícitamente, sólo bajo juramento y en presencia de mi abogado.
Una última cosa.
Patética.
Mucho, demasiado tiempo después
aún duele. El amor no muere,
ni muta, ni se transforma,
permanece.