En la última canción que compuse digo: «lo que me atrae de la vida es que sea tan mezquina».
A lo mejor es posible. A lo mejor es incluso cierto. A lo mejor disfruto con todo esto, viendo cómo las palabras no llegan y cómo se confunden las cosas que no deberían confundirse nunca. ¿Quién me sabe ya a estas alturas? También dije en otra canción que te pusiste las lágrimas del revés, sin tener muy claro qué coño significa eso en este pluriverso de significaciones inevitable y tristemente solipsistas. También dije que paraste el tiempo en fotografías que nunca entiendo. ¿Quién sabe? Yo no. Yo sólo compongo y compongo y hago canciones y canciones una sobre otra y las guardo en cajones y en las neuronas de mis amig@s.
Es verdad que puedo ver un millón de series en paramount comedy (verbigracia), o leer medio millón de best-seller razonablemente clónicos, pero tengo la sensación (en caso de necesidad bien argumentada) de que son formas más o menos complacientes de perder el tiempo.
Esto requiere la aquiescencia de la persona que se dice que fui y ahora estorba por sus aficiones sibaritas. Está bien conservado, en una bolsa de plástico transparente en el congelador.
Si abres y ves mis ojos pasa y pilla hielo, que la copa se enfría a marchas forzadas.
Si no queda ron coge cerveza, si no queda cerveza coge vino, si no queda vino ataca la reserva, si la reserva murió ven aquí, siéntate y cantemos un rato. Cantar calienta las cejas, le hace sentir a uno terriblemente vivo. El dolor de los dedos ancla al ritmo pedestre de los ciclos vitales.
Pese a todo hay mierda en los intestinos camino del váter. Estás haciendo esto, le estás dando brío, quieras o no.
Podemos componer una canción, no hace falta mucho. Sólo una música. Algo que decir. Atrae de la vida que sea tan mezquina, ¿verdad?, ver tanta confusión en algo tan sencillo…
Uno sólo es sufridor si se coloca dentro. Ponte fuera y verás como todo es más divertido. Qué mezquino.