Que no es tan terrible.
Llegué y compuse dos canciones, así, del tirón. Me pegué un duchote y me comí macarrones (algo más pijo, eran «plumas») a la carbonara. Intenté hacer una filigrana como portada para la bitácora, no me salió (tiempo al tiempo, que ya aprendo).
No hay mejor sensación que estar debajo del chorro del agua caliente de la ducha, no hay nada más relajante que el olor multifrutal del champú de té verde, el jabón de manzanas silvestres, el desodorante de pera de agua y la colonia de jazmín. Vamos, que la pituitaria se hace un nudo con los pelillos de los veintibastantes porque no puede afrontar el kaos olfativo.
¿Mis planes? Bien sencillos.
Bien comido y bien aromatizado, a tumbarse en el palomar, pillar el libro (con un boli y un papel, que siempre viene algún poema o alguna estrofa), leer hasta que se caigan los ojillos.
Un buen pedo, fuerte y embriagador, siempre pone un punto.
Estirar la pierna todo lo largo que es uno, sacarla por el borde del palomar, y balancearla
adelante y atrás, adelante y atrás… hipnótico….
que es que a veces soy de un exagerao… cómo me gusta dramatizar.