Uno de los primeros problemas es escribir. Tiene un cierto aire romántico, pero o tienes complejo de Salgari (no es el caso) o escribes sobre lo que te pasa. Pones unos macarrones con salsa de almendras al fuego, te sientas delante del ordenador, y decides variar. Esta vez es un atracador. Todo va bien. Le metes en el banco, le pones una media en la cabeza y le pegas un empujón para que actúe, una pequeña descarga eléctrica. Roba el banco, se pira corriendo, puentea un coche, escapa, se pira a Calatayud o a Móstoles, entra en un bar, y ve a su ex.
(Cojones, yo no he metido ahí a ninguna ex).
Ella está impresionante (porque esas ellas siempre lo están) y el tío idiota no sabe qué hacer, no aguanta de purito dolor y se toma un j. walker doble sin hielo para somatizar el pegajoso chapapote de la ausencia. (Le sacas del bar) ¡Qué no me voy, ponme otro! (No te voy a dar más j., y te lo digo con el dedo en el supr), una bolsa repleta de dinero y… ¿para qué me sirve? (voy a llamar a la policia) Dale, dale, llama. (La llamo, kabrón). Suenan sirenas (parece que recupero el control) se va corriendo hacia su ex, la toma de rehén (¡válgame Dios!), la mete en el coche puenteado y escapan a la costa, a una playa inmensa bajo un cielo azul (joder, joder, joder, lo que hay que ver).
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(Por supuesto que no, no te jode…)
Sembrado tio, buen relato.