Bueno, bueno. ¿Qué qué hicimos ayer? Pues el cabra, como siempre. dEMASIÉ vino a buscarme para tomar el aperitivo, cayeron tres litros y medio de cervecillas. Nos encontramos con Koldo, que andaba haciendo Koldadas y, como siempre, fue tan ruín a la hora de pagar que no encuentro palabras. Aunque, por otra parte, como no conseguimos hacerle comprender que los camareros contaban los pinchos según los palillos que tuviéramos en el plato (él seguía tirándolos al suelo), al final, al menos su comida, nos salió gratis.
Después pasamos por casa, pillé la guitarra, compramos seis litros de cerveza y nos fuimos a la dehesa de san sebastián de los reyes. Oí tambores, y como no tengo vergüenza ninguna me acerqué a ellos con la guitarra y estuvimos tocando un buen rato. Había una piba que cantaba de puta madre y la cosa rodando en cauces complejos y satisfactorios. Nos regaron con su vino y felicitamos al homenajeado, un paquito que cumplía 29 años. Pobrecillo. Curtidos con sus caldos salimos de la dehesa y dEMASIÉ empotró su coche en donde no debía. Yo iba con Ortondo y paramos a ayudarle. Unos sudamericanos (Dios les guarde), también.
Ortondo comenzó a parar coches hasta que reunimos el número suficiente para coger en volandas el correspondiente, levantarlo y reinstaurarlo en la circulación normal. Volvimos a mi casa y allí se congregó más gente, tocamos la guitarra, reímos, le enseñé a Carol a los piratas (le encantaron) y todo el mundo se fue yendo hasta que quedamos Miguelón y yo solos. Me montó en el coche y me llevó a una taberna irlandesa de muy buen ver, a mi parecer, y después al garito del batería de Wyoming, donde se nos prometió un concierto.
Pero yo llevaba doce o trece horas de marcha, así que le dije a dEMASIÉ que me llevara a casa. No podía más. Estaba roto, muy roto. Me dormí a la primera en medio de las primeras horas de mi cumpleaños.
Me levanté cuando Ortondo llegó a felicitarme el cumpleaños, me regaló un cd de Sabina, me fui a comer a casa de mis padres. Mil recuerdos para ellos, mi hermana Carol, María y el genial grande Solano.
Después vine aquí, a casa.
¿Que qué voy a hacer esta tarde?
Pues si quiero decir la verdad, tendré que decir «nada». Es el primer cumpleaños, en nueve años, sin Lorelay. La añoro mucho. No tengo ganas de fiesta. Supongo que me emborracharé y me iré a la cama. No tengo ganas de nada, la verdad. No es un buen día. Compondré alguna tontería. Algo sin importancia. Y después escribiré algo. Y después lloraré un rato, por lo perdido, por lo que no está, por la diferencia entre el año pasado y este. Y después intentaré embriagarme tanto que lo único que pueda hacer sea tumbarme en la cama y dormirme. Que se pase pronto el mal trago.
Tanta desolación que he terminado subiendo todos los post que quedaban por actualizar de enero.
Es duro constatar que después de tanto tiempo
siete meses
sigues amando a quien no te ama.
Soy consciente de todo lo que tengo,
no soy idiota,
pero ahí esta el sentimiento
el corazón habla y la cabeza escucha
siempre ha sido así
no voy a cambiarlo ahora.