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un fin de semana

¿Cómo empezó todo? Recuerdo… a Cisneros de traje, eso debió ser el viernes por la mañana… pero no, eso no es… él sí estuvo, pero no es… recuerdo currar como un miguel despistado para no pensar en nada… y de repente las nueve, eso lo recuerdo bien… el camino, cuarenta minutos hacia mi casa de paz completa… lo recuerdo bien… el teléfono sonó a medio camino, era miguelón… me preguntó dónde estaba, vino a buscarme con una mercedes vito de una guardería… hablaba muy rápido, y yo no sabía bien dónde estaba, tenía la sensación de que había empezado el fin de semana (¿aquí o en invernalia…?). Recuerdo que me llevó a un lugar donde había infinitos tipos de cerveza, yo me sentía abrumado… recuerdo, recuerdo, recuerdo una camarera, muy amiga de miguelón (¿amiga, tan solo?, no recuerdo bien… en cualquier caso quedé en llevarle una maqueta del nuevo disco…), pedimos unas salchichas. Le dije que hiciéramos la ruta de kombate, él y yo sólos, sin miedo a nada, pendientes de la noche que pretendía fugarse entre nuestros dedos agarrotados… recuerdo cómo deseé ese kombate… pero él me dijo que no era buena idea… y le entendí, casi a la primera… me acuerdo de mí llamando a Nano, diciéndole que encendiera la chimenea… las guitarras, sí…

las guitarras….

me acuerdo de alguien que era yo llamando a Daniel Hare, cantautor donde los hubo… recuerdo que le cité en el chalet de Nano y me sentí un vulgar moralejero… pero no, eso era otra historia… y llegamos lejos, donde sólo llevan los coches, y llegamos allí y la hierba olía a tierra, olía a humedad, a carne, a vida, a sangre incluso… me dolían los dedos, me dolía terriblemente la garganta, pero aquello era un kombate… esa noche iba a perder todas mis cuerdas vocales (ya lo sabía), para recuperarlas al día siguiente… había una piscina, olía terriblemente a incienso, yo comencé los primeros acordes… «me destrozas, con el fuego entrecruzado de tu mirada»… todo vino rodado después de eso…

cayeron cientos de litros de cerveza en botellas ocres…

recuerdo la etiqueta, «mahou» no me decía nada, estábamos de kombate… y llegó Hare, como el gran señor Koala, y se limitó a cantar bajito hasta que le di el pie… se lo di porque sé lo que es, quién se esconde detrás de su cara… y todos se embarraron, presas del llanto, Hare es un Dios vestido de brillante ejecutivo… Hare es un Dios vestido de hombre reconciliado con su tiempo…

y después fue mi turno…

y mi garganta brilló, un par de horas a lo sumo. Sangré, me dolió, lloré con mi voz, la reventé, la violé, la desfloré como a una puta novata, sabía que de ahí residió mi muerte, pero era tan hermoso… todos estaban tan vivos, yo mismo estaba tan vivo… todo mi dolor se hizo voz, y la voz se desgarró… nadie parecía darse cuenta de que aquello era un funeral, mi voz trinaba desgarros que me partían en dos, pero seguía cantando… todos cantaron, tanta vida en tan todas aquellas canciones que compuse en su día, sin pensar en ellos, pero que después de vivir tanto son sus manos, su sangre, su vientre…

Y al final murió. Era normal, previsible. Pero detrás quedaban las dos horas más intensas y hermosas que cualquier mortal pueda o quiera recordar… y ya no acompañé a Hare, que se basta él solo, pero gusta de dejar acompañarse por mi voz… y el fuego de la chimenea se convirtió en rescoldos, y llegó la hora de irse. Todo ha sucedido lento, pero al mismo tiempo incompresiblemente rápido…

Y al día siguiente me levanto con una voz nueva, temprano. Me rapo la cabeza con mi nueva costumbre y me voy a la compra, y lleno de mierdas los estantes, y me voy a comer con mis padres, y prácticamente le robo a mi hermana (para el fin de semana únicamente) «Choque de reyes»… novecientas páginas en un día y medio son demasiadas, incluso para mí… (warg). Y vuelvo a casa, y me meto en el libro y soy Stark, y tengo un lobo frente a mí, y apago el sonido y el vibrador del móvil aunque sé que me van a llamar, luego diré (lo siento) que me había quedado dormido… e ingiero té con bergamota mientras leo, y cigarros, y a las ocho miro el teléfono… el panorama es desolador, trece mensajes, veintidós llamadas perdidas… llamo a Jara, el último que llamó, y quedo con él… vienen a buscarme, Cisneros y Jara… y tocamos en su casa, le instalo el cubase sx, decía que le faltaba el parche, pero estaba ahí… Me hace uno de los mejores punteos para «Ceda e paso»… le enseño la nueva canción que hizo temblar a Hare, él también tiembla… es curioso, cuanto más muerto estoy más cosas vivas hago…

Y en su vida normal con pareja y piso normal por unos segundos me siento normal… y me siento tan bien… que me quedo… y ceno dos veces, y me río con la peli perfectamente calmado y me doy cuenta de que es mentira, de que no estoy calmado… pero me da igual… qué bonito es sentirse bien… aunque sea mentira… aunque la felicidad sea suya, y no mía… cómo les quiero… tengo ganas de abrazar a Jara, pero ya vendrán otros días… de abrazar a Jara y Cristina, los dos juntos… pero ya vendrán otros días… y a la una me acercan a casa, yo con las lágrimas a flor de piel… formateo el disco duro por no romper a llorar, y lo formateo a conciencia… limpio todo… al final me meto de nuevo en Choque de Reyes, llevo trescientas cincuenta páginas cuando me quedo dormido y el palomar es tan calentito…

Suena el telefonillo, es Koldo. Quiere tocar, enchufo mi guitarra y la eléctrica y tocamos juntos, saca unos arreglos alucinantes, yo tengo voz nueva, voz cleenex, me muere cada día, cada día me renace… y le acompaño, y temblamos, y estamos temblando cuando me dice: «es la mejor canción que he oído nunca, lástima que sea por lorelay». «Lastima», le respondo, «pero así son las cosas». No hace falta decir mucho más, koldo me comprende mucho mejor que yo mismo, infinitamente mejor que lorelay…

Lorelay una vez se equivocó. Me dijo que yo quería ser Koldo. Koldo no puede ser más que Koldo, eso lo sé desde que lo conocí. Por eso no pretendo poseer su alma, sólo compartirla… es suficiente.

Luego se va, vuelvo al libro… quinientas, seiscientas páginas, viene Cisneros, luego Ángela, hablamos de la soledad, de vivir solo… tenemos muchos puntos en común, tantos otros en discordia… tres, cuatro, cinco horas, después se van, me meto en el libro (¿toco con Jara?)… hablo en el messenger con la madre de Lorelay… no sé que piensa, no estoy, realmente, dentro de su cabeza… y ochocientas páginas, un rato muy largo después termino.

Como me suponía, no termina, es solo una segunda parte.

Entretanto me rapo de nuevo la cabeza, me hago sangre (hasta la mona lisa envejece) heridas de kombate… sangre sobre mis sienes, sangre roja que tiende hilos hasta mis lagrimales… novecientas páginas son demasiadas en un día y medio, dieciocho, veinte horas… curo mis heridas con besos que me tiendo, no me importa que corra la sangre, está viva…

Leerlo me habrá llevado unas dieciséis, dieciocho horas. Y entonces recuerdo el chalet de Nano, a Hare, a Jara, a Koldo, a Cisneros, a Ángela… no he dormido mucho, me temo. No he dormido casi nada. Un fin de semana largo, bien largo. Un fin de semana.

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