Ante la inminente crítica a «Camino de servidumbre» del buen Hayek, maestro del buen George Orwell, más conocido en su casa a la hora de la comida como Eric Blair, preparo el terreno con su biografía.
Friedrich A. von Hayek.
Es probable que Friedrich A. Hayek, quien falleciera el 23 de marzo de 1992 a los 92 años, fuera el más prodigioso erudito del liberalismo clásico del siglo XX. Aunque su premio Nobel de 1974 fue en Economía, sus trabajos académicos se extienden mucho más allá de esta ciencia. Publicó 130 artículos y 25 libros que abarcan desde la economía técnica hasta la psicología teórica, desde la filosofía política hasta la antropología legal y desde la filosofía de la ciencia hasta la historia de las ideas. Hayek no era un simple aficionado, era un verdadero experto en cada uno de estos campos. Hizo importantes contribuciones a nuestra comprensión de, por lo menos, tres áreas diferentes: la intervención gubernamental, el cálculo económico bajo el socialismo y el desarrollo de la estructura social. Es improbable que volvamos a ver a un académico con tan amplio dominio de las ciencias humanas.
Hayek nació en Viena en una familia de intelectuales el 8 de mayo de 1899. Obtuvo doctorados de la Universidad de Viena (1921 y 1923). Durante los primeros años del siglo XX las teorías de Escuela Austriaca de Economía, iniciada por los «Principios de Economía» de Menger (1871), fueron gradualmente refinadas y redefinidas por Eugen von Böhm-Bawerk, por su cuñado Friedrich von Wieser y por Ludwig von Mises. Cuando Hayek se matriculó en la Universidad de Viena asistió a una de las clases de Mises, pero encontró las posiciones anti-socialistas de Mises demasiado tajantes para su gusto. Wieser era un socialista fabiano cuyo enfoque resultaba entonces más atractivo para Hayek, quien se convirtió en su discípulo. Irónicamente fue Mises, a través de su devastadora crítica del socialismo publicada en 1922, el que alejó a Hayek del socialismo fabiano.
La mejor manera de comprender la vasta contribución de Hayek a la economía y al liberalismo clásico es verla a la luz del programa para el estudio de la cooperación social establecido por Mises. Mises, el gran constructor de sistemas, le proporcionó a Hayek el programa de investigación. Hayek se convirtió en el gran analista. El trabajo de su vida se comprende mejor como un esfuerzo por hacer explícito lo que Mises había dejado implícito, por refinar lo que Mises había esbozado y por contestar los interrogantes que Mises había dejado sin respuesta. De Mises, Hayek dijo: «No hay ningún otro hombre al que le deba más intelectualmente». La conexión con Mises se hace más evidente en sus trabajos sobre los problemas del socialismo. Pero las perspectivas derivadas del análisis del socialismo penetran todo el cuerpo de su obra, desde el ciclo económico hasta el origen de la cooperación social.
Hayek y Mises no se conocieron cuando el primero asistía a la Universidad de Viena. Se lo presentaron después de haberse graduado a través de una carta de su profesor, Wieser. Fue entonces cuando comenzó la colaboración Hayek-Mises. Durante cinco años Hayek trabajó bajo la dirección de Mises en una oficina gubernamental. En 1927 se convirtió en el Director del Instituto para la Investigación del Ciclo Económico, que él y Mises habían organizado. El Instituto estaba dedicado al examen teórico y empírico de los ciclos económicos.
Elaborando sobre la «Teoría del Dinero y el Crédito» (1912) de Mises, Hayek refinó tanto la comprensión técnica de la coordinación del capital como los detalles institucionales de la política crediticia. Siguieron estudios seminales sobre teoría monetaria y el ciclo económico. El primer libro de Hayek, «Teoría Monetaria y el Ciclo Económico» (1929) analizó los efectos de la expansión crediticia en la estructura del capital de una economía.
La publicación de ese libro promovió una invitación de Lionel Robbins para que Hayek diera conferencias en la London School of Economics. Sus conferencias fueron publicadas en un segundo libro sobre «la teoría austriaca del ciclo económico», titulado «Precios y Producción» (1931), que fue citado por el Comité del premio Nobel en 1974.
Las conferencias que en 1930-1931 pronunciara Hayek en la London School se hicieron tan famosas que fue vuelto a llamar a la prestigiosa Universidad de Londres y nombrado Profesor Tooke de Ciencia Económica y Estadística. A los 32 años, Hayek había alcanzado el pináculo de la carrera de economista.
La teoría Mises-Hayek sobre el ciclo económico explicaba el «cúmulo de errores» que caracteriza al ciclo. La expansión del crédito, posibilitada por la caída artificial de las tasas de interés, guía engañosamente a los empresarios: son conducidos a involucrarse en proyectos empresariales que de otra forma no hubieran parecido rentables. La falsa señal generada por la expansión del crédito lleva a una mala coordinación de los planes de producción y consumo de los actores económicos. Esta descoordinación se manifiesta primero en un «boom» y posterior recesión en que el patrón temporal de la producción se ajusta al patrón real de los ahorros y el consumo de la economía.
Hayek versus Keynes
Poco después de su llegada a Londres, Hayek entró en una polémica con John Maynard Keynes. Keynes, un destacado miembro del servicio civil británico que estaba trabajando entonces para el Comité de Finanzas e Industria del gobierno, era considerado por la comunidad académica como un autor de importantes libros de economía. El debate Hayek-Keynes fue quizás el debate más fundamental sobre economía monetaria que se haya dado en el siglo XX. Comenzando con su ensayo «El Fin del Laissez Faire» (1926), Keynes presentó sus demandas de intervencionismo en el lenguaje de un liberalismo clásico pragmático. Fue así que Keynes fue aclamado como «el salvador del capitalismo», en vez de ser reconocido como lo que era: un abogado de la inflación y de la intervención gubernamental.
Hayek detectó el problema fundamental de que adolecían las concepciones económicas de Keynes: su incapacidad para comprender el papel que juegan las tasas de interés y la estructura del capital en una economía de mercado. Debido a su desafortunado hábito de utilizar agregados, categorías colectivas, Keynes no pudo abordar estos problemas adecuadamente en su «Un Tratado sobre el Dinero» (1930). Hayek señaló que los agregados keynesianos distraían a los economistas y no les dejaban examinar cómo la estructura industrial de la economía emergía de las opciones económicas de los individuos.
Keynes reaccionó con acritud a las críticas de Hayek. Primero respondió atacando «Precios y Producción» de Hayek. Luego alegó que ya no creía en lo que había escrito en «Un Tratado sobre el Dinero» y volvió su atención a la redacción de otro libro: «La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero» (1936) que con el tiempo se convirtió en el libro más influyente sobre la política económica en el siglo XX.
Antes que tratar de criticar directamente lo que Keynes había presentado en su «Teoría General», Hayek volvió su considerable talento a refinar la teoría del capital. Estaba convencido de que el punto esencial que había que trasmitir a Keynes y al resto de los economistas en relación a la política monetaria radicaba en la teoría del capital. Presentó su tesis en «La Teoría Pura del Capital» (1941), el libro más técnico que escribiera. Y, pese a la razón que pudiera haber tenido, resultó la menos influyente de sus obras. Hacia fines de los años ’30, el tipo de economía de Keynes estaba en pleno auge. A los ojos del público, Keynes había derrotado a Hayek. Este perdió relevancia como economista y entre los estudiantes.
Durante este tiempo, Hayek también estuvo implicado en otro gran debate de política económica: el debate sobre el cálculo económico en el socialismo, disparado por un artículo de Mises de 1920 donde afirmaba que el socialismo era técnicamente imposible puesto que no podría disponer de precios de mercado. Mises había refinado su argumento en «Socialismo: Un Análisis Económico y Sociológico», el libro cuya aparición, en 1922, había impresionado profundamente al joven Hayek. Hayek desarrolló el argumento de Mises en varios artículos durante los años ’30. En 1935, reunió y editó una serie de ensayos sobre los problemas de la organización económica socialista en «La Planificación Económica Colectivista». Otros ensayos de Hayek sobre los problemas del socialismo y específicamente sobre el modelo de «socialismo de mercado», elaborado por Oskar Lange y Abba Lerner en un intento por refutar a Mises y Hayek, fueron reunidos posteriormente en «Individualismo y Orden Económico» (1948).
Nuevamente, los economistas y la comunidad intelectual en general no apreciaron las críticas de Hayek. ¿Acaso la ciencia moderna no le había dado al hombre la capacidad de controlar y diseñar la sociedad según las reglas morales de su elección? Se suponía que la sociedad planificada bajo el socialismo no sólo sería tan eficiente como el capitalismo (especialmente en vista del caos que supuestamente generaba el capitalismo con sus ciclos económicos y su poder monopólico), sino que, con su promesa de justicia social, se esperaba que también fuera más justa. Más aún, se consideraba la ola del futuro. Se decía que sólo un reaccionario podía querer resistir la marcha inevitable de la historia. No sólo parecía que Hayek estaba perdiendo la polémica económica con Keynes sobre las causas de los ciclos económicos sino que, teniendo en cuenta el ascenso mundial de la marea del socialismo, su perspectiva filosófica general era crecientemente considerada con una versión primitiva del liberalismo.
Camino de Servidumbre
Hayek, sin embargo, siguió refinando la argumentación a favor de una sociedad liberal. Los problemas del socialismo que había observado en la Alemania nazi y que veía comenzar en Gran Bretaña lo llevaron a escribir «Camino de Servidumbre» (1944). Este libro obliga a los defensores del socialismo a confrontar un problema adicional, más allá del puramente técnico-económico. Si el socialismo requiere la sustitución del mercado por un plan central, entonces, apuntó Hayek, habrá que establecer una institución que sea responsable por la formulación del plan. Hayek la llamó la Junta Central de Planificación. Para implementar el plan y para controlar el flujo de los recursos, la Junta tendría que ejercer amplios poderes discrecionales en los asuntos económicos. Con todo, la Junta Central de Planificación en una sociedad socialista no tendría los precios del mercado como guía. No tendría forma de saber cuáles posibilidades productivas son económicamente factibles. La ausencia de un sistema de precios, dijo Hayek, demostraría ser el talón de Aquiles del socialismo.
En «Camino de Servidumbre», Hayek alegó asimismo que había buenas razones para sospechar que los que ascendieran a la cumbre en un régimen socialista serían aquellos que tuvieran una ventaja comparativa en el ejercicio de poderes discrecionales y estuvieron dispuestos a tomar decisiones desagradables. Y sería inevitable que estos hombres poderosos dirigieran el sistema en su beneficio personal.
Por supuesto, Hayek tuvo razón tanto en el problema económico como en el político del socialismo. El siglo XX está lleno con la sangre de las víctimas inocentes de los experimentos socialistas. Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot y muchos tiranos menores han cometido crímenes horribles contra la humanidad en nombre de alguna variante del socialismo. El totalitarismo no es un accidente histórico que sólo emerge debido a mala elección de dirigentes en un régimen socialista. Hayek muestra que el totalitarismo es el resultado lógico del ordenamiento institucional de la planificación socialista.
Tras la derrota en el foro público de su crítica a Keynes y la controversia que surgió sobre el cálculo económico en el socialismo, Hayek se alejó de los problemas técnicos de la economía y se concentró en la reformulación de los principios del liberalismo clásico. Hayek había señalado la necesidad de los precios de mercado como trasmisores de una información económica dispersa. Mostró que los intentos de reemplazar o controlar el mercado llevaban a un problema de conocimiento o información. Hayek también describió el problema totalitario asociado con la ubicación de poder discrecional en las manos de unos pocos. Esto lo llevó a examinar los prejuicios intelectuales que ciegan al hombre y le impiden ver los problemas de la planificación económica gubernamental.
Durante los años ’40, Hayek publicó una serie de ensayos en periódicos profesionales examinando las tendencias filosóficas dominantes que habían prejuiciado a los intelectuales de una forma tal que no les permitían reconocer los problemas sistémicos que confrontarían los planificadores económicos. Estos ensayos fueron posteriormente recopilados y publicados como «La Contrarrevolución de la Ciencia» (1952). La «Contrarrevolución…», quizás el mejor libro de Hayek, suministra una detallada historia intelectual del «racionalismo constructivista» y del problema del «cientificismo» en las ciencias sociales. Es en este trabajo donde Hayek articula su versión del proyecto de la Ilustración Escocesa de David Hume y Adam Smith de utilizar la razón para enseñar modestia a la razón. La civilización moderna no estaba amenazada por brutales ignorantes empecinados en destruir el mundo, sino más bien por el abuso de la razón emprendido por el racionalismo constructivista en su intento por diseñar conscientemente el mundo moderno, que había encadenado a la humanidad.
En 1950 Hayek se trasladó a la Universidad de Chicago, donde enseñó hasta 1962 en el Comité de Pensamiento Social. Mientras estuvo allí, escribió «La Constitución de la Libertad» (1960). Este trabajo representa el primer tratado sistemático de Hayek sobre la política económica del liberalismo clásico.
En 1962 Hayek se trasladó a Alemania, donde había obtenido una posición en la Universidad de Freiburg. Allí incrementó sus esfuerzos por analizar el ordenamiento «espontáneo» de la actividad económica y social. Hayek se dispuso a reconstruir la teoría social del liberalismo y suministrar una visión de la cooperación social entre hombres libres.
Con su estudio en tres volúmenes «Ley, Legislación y Libertad» (1973-1979) y «La Arrogancia Fatal» (1988), Hayek extendió su análisis de la sociedad al examen de la emergencia «espontánea» de las reglas legales y morales. Su teoría política y legal enfatizaba que el imperio de la ley era el fundamento necesario de la coexistencia pacífica. Contrastó la tradición del «common law» con la del derecho estatutario, por ejemplo, los decretos legislativos. Mostró cómo el «common law» emerge caso por caso, en la medida en que los jueces aplican a los casos particulares reglas generales que son en sí mismas producto de la evolución cultural. De esa forma explica que inserto en el «common law» hay un conocimiento conquistado a través de una larga historia de ensayos y errores. Esta perspectiva llevó a Hayek a la conclusión de que el derecho, como el mercado, era un orden «espontáneo»: el producto de la acción humana, pero no del diseño de un ser humano.
El trabajo de Hayek sobre economía técnica, filosofía política y jurídica y metodología de las ciencias sociales ha atraído un gran interés entre los estudiosos de, por lo menos, las últimas dos generaciones. Y el interés en su obra está creciendo. Su vasta contribución a la economía y al liberalismo clásico vivirá en el programa de investigación progresivo que ha legado a futuras generaciones de estudiosos.
Friedrich Hayek vivió una vida larga y fructífera. Tuvo que soportar las consecuencias de haber alcanzado la fama a edad temprana para luego ver esa fama ridiculizada cuando keynesianos y socialistas conquistaron popularidad y el mundo intelectual y político se apartó de sus ideas. Afortunadamente, vivió lo suficiente como para ver reconocido nuevamente su enorme intelecto. Tanto los keynesianos como los socialistas fueron aplastantemente derrotados por los hechos y por la verdad de sus enseñanzas. El liberalismo clásico es nuevamente un vibrante cuerpo de pensamiento. La economía austriaca ha vuelto a emerger como una gran escuela de pensamiento económico, y jóvenes estudiosos del derecho, la historia, la economía, la política y la filosofía están prosiguiendo los temas hayekianos. Podremos lamentar la pérdida de este gran campeón del liberalismo pero, al mismo tiempo, podemos regocijarnos de que F. A. Hayek nos dejara una herencia tan brillante.
Un gran estudioso se define no tanto por las respuestas que provee sino por los interrogantes que formula. Sucesivas generaciones de académicos, intelectuales y actores políticos de todo el mundo estarán por mucho tiempo dedicados a las cuestiones que Hayek ha planteado.
Traducción de un artículo publicado originalmente en inglés en la revista «The Freeman» de agosto de 1992. Esta traducción es una versión corregida de la que se encuentra en el sitio web «Siglo XXI», del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Recogido en Fundación Friedrich A. von Hayek.
Un weblog muy completo :-s cuando veo cosas así me deprimo, yo sólo estoy empezando. Saludos jeje.