Días extraños… Ayer, nada más llegar del curro, me dejé embriagar por la agradable tarea de limpiar una casa que no se ha tocado en un mes. Menos mal que después me dio por colocar los nuevos cuadros de Lele (una pasada) y que después llegó Ortondo, al que no veo hace un par de meses, y hablamos de todo lo nuevo y todo lo viejo. Después nos vamos a por unas raciones, que nunca están de más, y presiento que algo está más o menos torcido, porque Ortondo pidió un trinaranjus, lore una coca-cola y yo un litro de cerveza. Luego, ya solos en casa, nos cabreamos jugando al continental (porque ahora tenemos la facilidad de cabrearnos con cualquier cosa) y me fui a la cama, estaba roto. Hoy es miercoles, mañana recital de poesía, pasado fiesta en el Algete urbanizado de Daniel Hare y pasado… yo qué sé. Soy libre, ya no tengo que estudiar y voy a ir haciendo todo lo que no he podido en este último mes. Lo prometo.
Juro que no me dejo pensar en lo que no quiero. Lo juro. Bueno, pero a veces se me escapa, eso dificulta la convivencia. Luego sigo, que me miran. No estoy sólo. Decenas de ojos analizan cada mínimo detalle. Me voy a comer una naranja, a ver qué hacen.