Pues sí, juego al wow. Por ahí, buscando casi nada, menos de un poquito, encontraréis mi personaje en la armería. Está bien llegar a casa, recoger lo que no queda más remedio que recoger, leer un ratico a Miller (ando tan enganchado con Sexus que a veces no me permito leer más de un parrafo al día, para que dure —aunque ya tengo Plexus a su lado en la mesilla—, así que me lo raciono con «Otra manera de vivir», de Goodal y firmado por ella misma, cortesía de mi hermana la Cara de Cola; también a raticos me zampo «hijo de Satanás», de Bukowski, muy refrescante para este veranico tan plácido en pequeños sorbitos y risas enormes).
Y a donde iba perdido entre tanto paréntesis y raya: está bien llegar a casa, hacer mi punto de cruz diario (platos, suelos, mierdas varias), leer un rato, tocar la guitarra media horica y entonces, sólo entonces, meterse a dar ostias como panes.
Sí, sí, como PANES.
En el juego puedes hacer misiones. Poco me interesan. Puedes subir profesiones, cosa que me interesa menos todavía —excepto días muy raros que tengo que vez en cuando—. Puedes irte de instancias con tu banda de rock wow, un healer, un tanque y tres dps (amos, batería, cantante y bajo y guitarras).
Pero a mí lo que me gusta es pegar ostias a tipos que estén sentados delante de su ordenador. No a subprogramas.
Entrar en la Garganta Grito de Guerra a repartir. La dinámica es simple, muy simple (y me acuerdo de Walter Sobchak diciendo más o menos «en su simplicidad estriba su belleza, nota»), es como el pañuelo. Cada grupo tiene una bandera en su casa, y el objetivo es traer la del otro a la tuya y entregarla. Sólo puedes entregarla si la tuya está en su sitio.
Sencillo. Y eso es enorme porque permite la posibilidad de cientos de estrategias. Como la gente que se mete lo hace sin pensar demasiado, las estrategias de grupo no funcionan nunca excepto en sus niveles más elementales, como «quedaros tres a defender» o «ahora subimos todos», así que uno ha de centrarse en las estrategias personales de tocahuevos, que son en las que precisamente despunta un druida (tiene varias formas físicas, como oso aguanta muchos leñazos, como guepardo corre que se las pela, y como gato pega que da gusto y, lo que es lo más tocapelotas, se puede hacer invisible si no está combatiendo; además, en su forma humana tiene un par de hechizos que frenan al contrario muy dignamente, raices y ciclón, otro par que ayudan mucho a los demás, estimular y tranquilidad, y otros para echarse sobre sí mismo y aguantar más, piel de corteza e instintos de supervivencia recuerdo el nombre: sí, tiene muchos golpes, yo juego con 38 teclas y algunos movimientos más con el ratón, busco en ebay manos de cirujano o pianista).
Así que me paso un par de horas tocando los cojones y me quedo tan a gusto. Y me quedo tan a gusto porque toco los cojones siguiendo unas reglas de juego establecidas y que los jugadores conocen. Es decir, ni miento ni engaño a nadie: utilizo lo que tengo con el objetivo de ganar un juego, y mientras tanto meto ostias como panes a pobres alianzos desprevenidos. Y eso me hace olvidar por un rato lo mierda que es el mundo.
Lo mierda que es el mundo de verdad.
Miller me encabrona espiritualmente (si no fuera bastante el encabronamiento de ese sutil hijodeputa que es el día a día). Y los tipos que rascándose el dedo gordo del pié sentados en una silla de cinco apoyos dijeron en su día «pues yo prefiero la alianza», lo pagan. En el proceso ni se pierde ni se destruye energía. Sólo se gana entropía, pero eso es inevitable.
Después, si quieres un poco de comedia, puedes leer lo que la gente escribe sobre lo que le ha aportado el wow. Supongo que todos tendemos a exagerar, pero es que algunos parece que sitúan al juego por encima de la penicilina… Aunque es posible que cierta parte del juego sí que sea más importante que la penicilina…
Para mí es un lugar donde puedo sacar punta a ciertas habilidades y tocar mucho los huevecines. Y eso, amigo mío, es la piedra angular del esparcimiento y el desencabronamiento.
PD: si realmente quieres ver lo freak que es el juego, intenta leer este estupendo manual sobre el druida feral.