En el curro marrones, porque tiene que haber de todo, así que te implicas un poco más y está bien, te sientes bien, te sientes parte de algo, algo así de complejo como tener un pedazo de tierra en este suelo que se quedó tan vacío. Te preguntas si me importa que te lleves las cosas, y yo pienso que qué importan las cosas si te llevaste el sentido de las cosas. En ese estado semi de sitio uno se encuentra desabrido, transido por la furia y el dolor como conan el bárbaro cuando le matan a la heroína guerrera de turno y se enfada, tensa tendones, echa carbón a los músculos y se dispone a cargarse a treinta o cuarenta cabrones muy malvados que, sin lugar a dudas, se lo merecen.
Tomas una desviación primero, porque no es conveniente lanzar la sangre caliente, y paras a tomar un montadito y una caña en la cafetería. La discordancia conceptual de el pasado con el presente constituye de por sí un ridículo tan tremendo que te entra la risa, escupes la cerveza y pringas a doscientos culos de oficina que están delante tuyo y está bien, no porque casi tengas que salir de allí corriendo, sino porque has enfadado a alguien y eso es simpático y, además, con las prisas olvidaste pagar (o fue el instinto de supervivencia mensual).
Leyendo: la política de los chimpancés (Franz de Vaal)
Música ambiente: Grapelli, directo en París.
Estado anímico: comatoso.
Estado psicológico: marejada.
Estado físico: resacoso.
Un buen momento para recordar que es viernes, que todo está en su sitio y tienes mucho que leer antes del lunes.
Cést la vie.