Pudimos, tú y yo,
eludir
la
tarde
y
el
hambre.
Pero Tú y Yo no pudieron,
tú y yo sabíamos callar,
supimos hacerlo cuando estaba
todo a punto de que la nada
sucediese; cuando,
volátiles,
sumábamos aire en nuestros esfínteres.
Pero Ellos no supieron reír, no pudieron.
Y las noches asemejaron cárceles, enemigos
los soles y sus ejércitos las noctívaras
estrellas; amándose Tú y Yo no supieron
desbrozar de la llama el calor
y ambos se agostaron,
vencidos finalmente,
en su flamante infierno
inocente y maldito,
pleno y vacío.
Y tú y yo aún nos amamos
en alguna parte.