Por cierto, ando buscando a Punset. ¿Dónde estará? No puedo quedarme sin él, sufriría horribles pesadillas, me han comentado que ahora el programa es un día entre semana. Oh, siento como me regurgita la cena de ayer. Los domingos, sólo con Dragó, son una mierda.
Fue, de todos modos, muy interesante ver como Anasagasti y Mayor Oreja plañían sobre Sabino Arana cada cual desde su postura desenfocada y, por supuesto, previsiblemente tendenciosa. Es muy divertido imaginar qué dirían de él en la intimidad del dormitorio (jua, seguramente nada). Anasagasti argumentó que Arana era un provocador porque en una época sin televisión ni radio (sic) la única forma de llegar a las masas era decir burradas (bueno, en parte eso último es mío).
Me pareció curioso porque es parecido al argumento que esgrime el cabrón al final de «The last supper» con tan buen tino que convence a todo el mundo (para los que no la hayan visto, no he jodido nada con esto). Provocar como forma de dilatar los extremos para que se produzca un término medio igualitario y equilibrado.
Oreja se limitaba a lo de siempre, decía que no se pueden permitir según qué afrentas contra la democracia. Si les dejan, joder, volverán a coartar la libertad de prensa en pro de la democracia; y la libertad de cátedra y la que tenga el periodista, se llame como se llame; argumento: hay que proteger las mentes moldeables de los jóvenes ciudadanos. Es decir, dejar que cada paquito forje su propio pensamiento es un peligro, mejor que piensen lo «políticamente correcto» en esta «sociedad del bienestar» que produce la tan temible e infecciosa «calidad de vida».
Dragó (fachilla, digamos) se mantenía en stand by, pensando supongo en el Zen o en la ensalada de canónigos que presumiblemente tomó después con un buen vaso de agua mineral de algún manantial especialmente sano. Todo terminó y ni siquiera vi el final. Genial forma de quedarse dormido.
Por cierto, ya le encontré. Es hoy, a las 12:00.