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cada palo

Insoportable Ángela Vallvey hablando de que el crucifijo es el símbolo de la democracia. Supongo que se refería a la Inquisición, institución tremendamente democrática y comprensiva. O a lo que hicimos en América evangelizando, cambiando fé por oro y sangre (o, más bien, hicieron, que por entonces yo no estaba allí). O al apoyo incondicional a ese tipo bajito, simpático y gracioso llamado Franco, tan democrático él. De hecho, era tan democrático que se cargó una república porque no ganaron los que pensaban como él, pero de buen rollo, joer, por su bien, para que no se desmadraran. No dejes de lado el poder de los símbolos. El crucifijo es un tipo clavado a él. Ese símbolo sufre, sus acólitos sufren y hacen sufrir a los demás. Es una ideología que no celebra la vida, sino que la repele. Anhela el sufrimiento. Desea el sufrimiento, el dolor como medio de expiación. Como garante de una vida mejor después de muerto. La fé es una engañifa, porque se puede tener fé en cualquier cosa. Con el mismo principio: creer sin pruebas. Todo sirve.

Tengo fé en el crack. Si no me crees, es porque debes hacer un dogma de fé.

Sí, quiero el crucifijo fuera de las escuelas. No por ningún rencor, sino simplemente porque un hueco vacío tiene más evidencias de ser cierto. Que cada cual se busque lo que quiera.

El crucifijo, decía Vallvey en 24h en Radio Nacional, nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, eso es cierto. Sí, es un puntito cada vez más pequeño en nuestro retrovisor.

Un punto. Cada vez más pequeño. En el retrovisor. La referencia que dejar atrás. Decía Rouco acerca de retirar los crucifijos que «la democracia funciona con la libertad, no con la imposición; facilitando el que se puedan ejercer los derechos y no limitándolos» (Adn).

Claro.

Ahora lo entiendo.

La iglesia es democrática. Una entidad-organización-ente que propugna el dogma de fé es tremendamente reacia a la imposición.

Sus principios se votan entre los fieles, hay referendum. Claro, qué despiste.

La moral es amplia y personal. Cada cual es libre de tener la suya. Crucifijos en colegios públicos no tienen sentido. Ese tipo no puede hablar de democracia, porque respira en un ambiente que no la conoce. Y por eso, amigo mío, no entiendes que la democracia respeta las opciones no imponiendo ninguna. Por eso los crucifijos en colegios públicos y concertados apestan. Porque no respetan nada. Porque son elefantes en cacharrerías. Porque intentan imponer una opción entre muchas.

Que cada palo sostenga su vela.

Termina Rouco diciendo que la cruz no es sólo un «signo religioso evidente, sino de humanidad, de un humanismo que ha hecho transpirar al mundo entero con valores fundamentales, del perdón de la misericordia, dar la vida, saber entregarla».

Sí. Con una goma Milan quizá. Quizá con un buen estómago la historia de la religion Católica es la historia del humanismo.

Un buen estómago.

Un estómago enorme.

Y de acero.

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