Lunas nuevas bajo el cielo estrellado. Quién sabe qué. Tengo una nueva visión, una visión mejorada, más eficaz, penetrante, sutil, una visión más potente, equilibrada, suma. Tengo un montón de cabezas rodando a mis costados que ríen con caras desenfocadas. Pero ahora ya no pesan. Al menos de momento. Tengo un corazón de prestado, ya dije, más pragmático, cumple funciones de circulación sanguínea. Tengo un montón de miradas acumuladas en mi cámara. Y esas miradas empiezan a reflejar las mías. Tengo un montón de ideas que refulgen turbulentas sobre el tapiz redescubierto de las relaciones sociales. Son un tapiz exactamente, un lío que forma una imagen.
Al empleado de Opencor habría que empalarle con la verga de un garañón especialmente bien dotado.
«Cadena trófica» da vueltas en mi cabeza. Retroalimentación, interdependencia. Caras mojadas en las lunas de los bares que toman cañas y se miran, unas a otras. Caras perdidas en la mayor parte de los casos, sin fundamentación sólida (juajuajua). Sin nada más que una idea. En el mejor de los casos y… equilibrio.
Tomo un poléo con Boecio por las noches. La rueda de la fortuna de ignatius me hizo mirar por ahí. Los tropos hicieron falta porque estaba empezando a sentir la necesidad de convertir mi pensamiento en dogmático para acabar con tanta indecisión, tantos pasos desorientados; y pirrón habló y todo cayó por tierra. Recupero algunos conceptos, cadena trófica, cantidad de calor, entropía (siempre a vueltas con), sístole, diástole, arritmia, fibrilación, vasos comunicantes, cuántica. Todo está componiendo una gran metáfora tras la que meter el amor (¿qué hacer con un anacronismo como ese si no?, ¿qué con una inutilidad semejante y semejantemente despreciada, hundida y pisada?)
Al empleado de Opencor habría que golpearle en las gónadas hasta invertir su posición.
Distancia… la realidad es que todo es distancia, te vas introduciendo en otra parte, (¿quién decía «tus pasos en esta calle resuenan en otra calle donde sólo es real la niebla»?). No importa, tienes agallas para todo. Por todo. Para las llamadas y las indefensiones aprehendidas y las soledades y las miradas torvas y la niebla y los ojos y las lunas y los caminos que se han borrado.
Ayer vi una película en uno de esos canales detestables. El tema era sugerente. Un hombre soñaba y todo cambiaba en la realidad con respecto al sueño. Pero los sueños no van en línea recta, dan tumbos. En uno de ellos mandó lejos a la persona a la que amaba, y en la realidad del día siguiente ya no había amada ni recuerdo.
Pero él tenía la intuición de que sí había sido. Y ni siquiera recordaba su cara, ni su olor. Y era imposible hacerla volver porque no sabía nada. Claro, no quiso volver a dormir. En ese punto la película se convertía en la mierda que era. Pero esa idea…