Yo estaba allí.
Me sentía extraño.
Eso lo recuerdo.
Como si él estuviera ya inmóvil
en un todo circundante que mutaba.
Como si él quisiera estar allí,
pero no pudiera.
Recuerdo bastantes cosas,
las pecas de su mano.
La ironía de su voz.
Cojo siempre la cámara para tener un lugar
en el que guarecerme.
Normalmente nadie me ve.
A veces alguien me mira mientras le enfoco.
Es una situación extraña,
porque dejo de ser invisible.
A veces alguien mira al objetivo.
Soy evidente para alguien.
No me gusta demasiado que me vean,
por eso me escondo al hacer fotografías.
Siempre me sentí así con él,
pero sin cámara. No había lugar
donde esconderse.
Nunca lo hubo.
Cuando me miraba a los ojos,
sabía exactamente lo que tenía que mirar.
Desde que se fue,
siento que soy mucho más invisible.
Debería alegrarme.
Objetivo cumplido.
Él estaba ya inmóvil
en un todo circundante que mutaba.
Yo le miraba.
Consciente de que no había excusas.
Él sabía donde mirar.
Nadie está ahora donde él estuvo.
A veces, a medianoche,
despierto con su mirada en mis ojos.
Un segundo después de despertar
él se desvanece.
Yo aprieto una almohada y me voy media vuelta.
De nada sirve pedir respuestas
a la nada.
Despierto frío, solo, aterido,
inexistente.