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Quietas. Calladas.

Arroz mojado de tus lágrimas
quietas, calladas.

(Es la soledad, que aferra y atenaza
y ya no quiere regresar a su celda).

Un café sobre la mesa, ahogando
cabezas en su pequeña ciénaga.

Un cigarro en tus labios
agostados de espera.

Una luna que alimenta,
carne desperdiciada.

Agachas la cabeza y
asesinas la calma.

La taza estalla contra el suelo
y derrama.

Arroz mojado de tus lágrimas
quietas, calladas.

(Piensas y recuerdas,
una calle huida.

Piensas e intentas,
una calle con luz.

Piensas y crees,
una calle que recorres.

Piensas y olvidas,
una calle que aplastas.)

Carne desperdiciada
de colores difusos.

Carne en lata de tu
cara y tus dedos.

Carne tenue y humeante
líquido bajo tus pies.

Negro charco donde el
arroz germina la nada.

(Y ya sólo las quietas,
las calladas).

Una habitación quieres
bajo la almohada.

Reciclar tu carne en
conserva.

Y sin embargo la luna
alimenta carne hepatitis, dorado
sol de tu rostro, único

amanecer que aún te
espera.

El pelo se suelta
y también derrama.

Y todas las líneas del
espacio-tiempo confluyen.

En tu alma. Y arroz mojado
de aquellas quietas, aquellas calladas.

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