Y quién me iba a decir que después del fin de semana espectacular pillaría una gripe infame que me mantendría en la cama toda la semana (yendo a currar sólo para dejar lo mínimo preparado y volverme). Pues nadie. Y si alguien lo dice, miente. No escucho a nadie, bien. Mejor así a entrar en disputas, jejejjee.
En el fondo del vaso había una respuesta para ti: el vaso estaba vacío. No encontraste tu alma especular al otro lado, sólo el vacío. He estado dos o tres días en la cama, febril, viendo muchas cosas. Mi cerebro anota en silencio y de tapadillo y mi semiinconsciencia febril discierne. Estaba perdido en medio de ninguna parte, no sé si se comprende, estaba dando vueltas de bar en bar viendo las caras venir e irse, y las caras eran simpáticas porque yo tocaba la guitarra y me conocían. Eran sinónimos de gente que ya había visto en otra parte, y así de simplificados estaban más tranquilos y suponían retos menores. He visto muchas cosas, sin necesidad de mezcal (no busco decir mezcal, pero se entiende) y mi mente alucinada por las altas temperaturas de la fiebre se construyó una habitación sellada con alfombras y sofás en la que podía encontrar a todo el mundo que he conocido alguna vez. Y he tenido charlas con todos ellos, algunas buenas, otras terribles.
(De repente cogía el coche para ir al curro y el prodigio se rompía, la realidad volvía a ser normalidad o al revés y todo estaba más o menos donde siempre había estado).
He tenido charlas con todos aquí en mi temperatura. Qué difícil vivencia, que diferente exposición de los temas. Que raro es todo.
(Y yo corro por las calles buscando un punto y final, una señal de ceda el paso o un lugar donde volver a empezar… y yo corro por las calles concentrándome en respirar, acumulando recuerdos y dudas en el bolsillo de lo que hay que tirar).