Me preguntaba dónde estaban las cosas que siempre estuvieron. Después de un segundo, de mirar alrededor, de relajarme un rato, me di cuenta de que, por supuesto, no se habían movido. Una vez decidí que lo importante era estar en el centro de uno mismo, y no lo he olvidado.
Pero mantenerte en pie sobre tus propios pies no siempre es sencillo: hay momentos en los que todo se tambalea y echas de menos la seguridad de estar sobre las espaldas de otro.
Al final es lo de siempre, una cerveza, tabaco y estar escribiendo algo. Todo lo demás es una ficción más o menos creativa que funciona a ratos breves. Lo importante es no dejarse llevar por lo evidente y, sin embargo, mantener la cordura de la propia vesania.
Eso era todo.