La casa está pintada. Parece una mudanza. Cajas por todas partes. Encendí el mac, enchufé el ipod. Todo responde, se acabaron los sustos (y ya se pueden pintar las cortinas o cocer las paredes), todo funciona. Escuchando a Chaouen. Hacía tiempo que no.
Me siguen gustando más los directos sin banda. Tienen más regustillo. Él se basta y se sobra, sin duda.
He abierto una cerveza, colocado por el olor a pintura. Dentro de la estufa se está calentito. Paliza tras paliza. Pintar debe ser para otros. A mí se me da bien, pero acabo en estado terminal.
Fumando cigarros sin notar el color del pelo del tiempo.
Escuchando los ruidos del televisor, sin ser capaz del todo de apagarlo.
Intentando llegar al baño, no es sencillo cuando todos los trastos están por medio y apesta a pintura, y hay pintura por medio y pintura y pintura por todas partes. Si miro las paredes todo está mejor: es bonito. Las paredes están vacías, sin cuadros. Mejor así. Pero produce cierto desamparo, creo.
El color de las paredes me hace sentir en una casa extraña que, a la vez, es la mía.
Es… algo parecido a esto. Está bien.