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pues venga, aquí también estatut

El Tsunami empezó mucho antes de ayer, pero a partir del cierre de los colegios electorales cobró nueva y redoblada fuerza. En Espe-Televisión, antigua Telemadrid (madre mía, el documental sobre El Código…), se afilaban los lapices, las uñas y las puntas del pelo… y empezaba la manipulación de las conclusiones de los datos de la votación. No podía ser de otra manera.

Los hechos:

Participación: 49,42%.
Voto sí: 73,90%.
Voto no: 20,80%.
Voto en blanco: 5,30%.

Lo que significa, literalmente, que al 50,58% de la población catalana no le preocupa ni lo más mínimo el sistema democrático, ni para bien ni para mal. Dentro de los que sí les preocupa, el estatuto les parece positivo a un 73,20% y negativo a un 20,30%, y hay un 5,30% que castigan a los que redactaron el texto demostrando que están de acuerdo con el sistema democrático pero que este documento les parece tan malo como bueno. De otro modo: no les parece nada, no están de acuerdo con ninguna de las opciones.

Bajo mi punto de vista, brevemente:

El bajo porcentaje de participación significa hasta que punto la salsa rosa política ha cansado a todo el mundo, la gente confunde el sistema con los agentes del mismo y equipara no votar con protestar. Error. No votar sólo significa que no se está de acuerdo con el sistema democrático mismo, votar es un derecho, pero cuando uno es demócrata es perfectamente una obligación. Para indicar que uno es demócrata pero no está de acuerdo con ninguna de las opciones que se le presentan, el instrumento es el voto en blanco. La confusión comienza y seguramente se genera por los propios políticos, que generalmente se arrogan ellos mismos el ser la democracia. No señores, la democracia es un sistema del cual hoy por hoy ustedes participan, pero nada más. La democracia es el marco, ustedes son la foto que ahora mismo está enmarcada en él. Puede perfectamente existir la democracia sin ustedes en concreto, y, sin embargo, ustedes en concreto jamás pueden existir sin democracia. Los agentes y los partidos políticos determinados de un momento concreto son, justamente, eso, de un momento concreto. Basta ya de confundir, con un interés legitimador, las churras con las merinas.

El dilema de todo esto es que no sé hasta qué punto podemos legitimar la democracia con unos porcentajes de participación tan bajos. Si alguien fuera medianamente coherente, esta participación provocaría inmediatamente una revisión de los principios democráticos en los que nos movemos.

Vale, quizá me precipito y los votantes no confunden al sistema con sus agentes, y más de la mitad de los catalanes (bueno, los catalanes en este caso, la participación nunca es demasiado alta en toda España…) están en contra de la democracia, aunque no creo (y espero que no, al mismo tiempo).

El estatuto, para bien o para mal, está aprobado, por más voces que salgan por todas partes para afirmar lo contrario. El PP suma los noes con el porcentaje de catalanes que no ha votado, en una trampa sofista que pretende eludir su responsabilidad en la laxitud de los votantes y volviendo a jugar a la salsa rosa de manipulaciones maquiavélicas (el fin justifica las manipulaciones, que no son mentiras sino interpretaciones… bonito mundo). El PSOE lamenta la baja participación (como si fuera suficiente con un lamento) y toma los resultados que le dan el sí al estatut, pero tampoco duda en ducharse en salsa rosa.

Y todos los demás igual.

El PP hubiera ganado si el voto mayoritario hubiera sido el no, el PSOE & company ha ganado porque el voto ha sido sí. En algún periódico hablan en el título de varapalo para la clase política por el índice de participación, y después, en el artículo, sólo hablan de varapalo para algunos partidos. No, si ha sido algo lo ha sido para todos. Si hubiera sido un éxito para el PP la participación hubiera sido alta y el voto hubiera sido no. Con esta falta de participación, el PP ha sufrido el mismo varapalo que todos los demás.

No olvidemos que con la participación no se castiga a los partidos, sino a la democracia misma. El castigo de los partidos hubiera sido el voto en blanco mayoritario.

Aunque sea una estupidez por mi parte recordar aún estas cosas, no queda honestidad. Reconocer la victoria del contrario cuando esta es cierta (tanto unos como otros) ya no se da, sino una guerra de no quitarse las orejeras y no torcer nunca la cabeza. Si los datos nos gustan, los afirmamos, y si no nos gustan los interpretamos retorciéndolos hasta que se parezcan medianamente a algo que nos convenga. Por eso la gente no vota, porque saben que lo que hoy es azul mañana será negro y que todo es un juego de conveniencias. Yo no digo que la política no tenga principios, sino que sus principios no suelen tener nada que ver con los principios y los intereses de los ciudadanos. Cuando la política se desliga de las ideologías, no queda más que economía, y la economía es un bichejo infecto que sólo entiende de sí mismo.

Para joderles a todos, me gustaría que en las próximas nacionales hubiera un 60% de votos en blanco. Me gustaría ver con qué cara aparecen en público diciendo: «mi partido ha ganado en democracia». Eso sí sería un voto de castigo, para todos. Es cierto que el escenario se ha convertido en una corrala y que todos comprendemos que nos están tomando el pelo, pero la democracia lo es de seres adultos e informados, y moralmente no podemos escudarnos en que las guarderías han tomado la escena política cuando nadie miraba, porque todos estábamos mirando y porque nuestra obligación ética es implicarnos en lo que nos implica. Si esto nos parece un cachondeo, el voto adulto e informado del que quiere vivir en democracia, pese a la niñez de sus políticos, es el voto en blanco. Y la herramienta del que no cree en la democracia es negarse a ejercer su derecho a voto.

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