Yo camino siempre en mis zapatos.
Te juro que no lo hago de otro modo.
Te juro que no puedo hacerlo.
No me gusta jurar.
Si me estás diciendo que no me entiendes
tienes que mirar siempre a mis zapatos.
Ahí está todo claro: no hay dudas.
En ellos está todo escrito.
Tú me hablas del camino, y me dices no sé qué cosas
sobre comprender y esbozar sonrisas cuando.
Pero tienes que comprender que yo ya me lo he quitado todo,
camino desnudo, camino completamente desnudo.
Pero no puedo quitarme los zapatos.
No porque no quiera. No.
Simplemente es que ya no distingo mis zapatos
de mis propios pies.
Son lo mismo.
Así que, cuando me miras y no comprendes,
ya sabes dónde tienes que mirar.
Entiéndelo, entiéndeme. Dame un cigarro.
Mírame reír, si va por ahí el tema.
Me quitaría los zapatos por ti,
si supiera.
Eso tienes que tenerlo claro.
Me quitaría la vida entera por ti,
su pudiera,
si hubiera modo alguno de hacerlo,
si no fuera simplemente una frase vacía
que se dice.
Pero uno sólo puede seguir sonriendo,
seguir pagando el alquiler,
las deudas.
Sonreír al vecino cuando saca a cagar
al perro frente a la ventana del salón.
Sonreír cuando suben el pan porque la vida está cara.
No me hables de sonrisas cuando.
Soy todo un experto.
Mírame los zapatos.
Yo siempre camino en ellos.
Ellos siempre hablan cuando yo callo.
Ellos te besan cuando yo no tengo fuerzas.
Les debes mucho.
Aunque pienses que te has enamorado de mí,
lo has hecho de mis zapatos.
Dentro de la esfera de lo triste,
del reclamo del seguir viviendo,
de los fines de semana
y los viajes a cualquier parte,
dentro de todo y,
sobre todo,
de mí,
ellos son siempre los que hablan cuando yo ya no tengo qué decir.
De walking around my table.
PS: lamentablemente, hay muchas situaciones en las que yo ya no tengo nada que decir.
Ayer ordenando la mesa encontré esta dirección que me apuntaste. Me alegra saber de ti nuevamente.
Está bien la página, me gusta.
Un abrazo a ver si nos vemos.
Quetes
¿Qué pasa, chiquilín? A ver si nos vemos, aunque no sé cuándo…