Hace tiempo que me cuesta verbalizar una opinión sobre casi todo, excepto en las cosas en las que me siento dominar. Y dentro de esas cosas ni siquiera en todos los ámbitos, sólo en los que suelo entrar en contacto con ellas. Tengo la sensación de que o la gente pasa mucho tiempo informándose o de que no les importa contrastar su impresión. No creo que seamos seres racionales. Creo que más bien respondemos a lo que se encuadra dentro de la opinión dominante en el grupo al que decimos pertenecer. Las discusiones políticas, por ejemplo, en las que se entremezclan temas administrativos, legislativos, económicos, judiciales… hay tanto que saber antes de formular un estado de cosas que no termino de comprender cómo es tan fácil dar una explicación constante sobre todo. Me estresa.
La otra opción es que defendemos el clan. Nos apoyamos los unos en los otros y vindicamos hasta tomar como propio lo que la gente de nuestra confianza opina, les cedemos el trabajo de documentación, lo externalizamos. El problema es que hace ya mucho que mucha gente se dio cuenta de lo fácil que es manipularnos por ese portón abierto.
No tenemos el tiempo suficiente para preocuparnos por la verdad, quizá deberíamos ir algo más despacio y darnos más tiempo, pero no lo hacemos. No es lo que nos importa, no es lo que nos interesa. No nos preocupa la verdad, suele ser la primera víctima en las celebraciones de la victoria. La verdad no es nada al lado de la victoria. Para conocer la verdad hay que mirar en muchos sitios, para tener la victoria casi siempre sólo es necesario ganarse el relato.
No nos preocupa la verdad. No nos informamos, no reconocemos nuestro error en las raras ocasiones en las que somos capaces de verlo. Esto es una guerra. Cada vez que hay una discusión son dos facciones en un campo de batalla en el que lo único que vale es ganar.
Estoy aburridísimo de esa mierda. Todos pies fingiendo que son zapatos, dignificándose a sí mismos, petulantes primates pontificando.