los días deberían pasar en septiembre
como en cualquier otro mes,
pero noto el momento susurrante,
agazapado, dando lentos pasos sin hacer ruido
moviéndose en sigilo
como si, por algún motivo,
hubiera estado a punto hace un año de suceder algo
definitivo
y, ahora, el instinto del recuerdo
temiera de nuevo al depredador paciente
que acecha en cada sombra que se pliega,
en cada nudo, cada grieta de la herrumbre
que se cubre