He vuelto al trabajo, con la alegría de saber que estoy sano de nuevo. No es que tengas ganas de volver, es que tienes ganas de haber superado el golpe. He subido las escaleras y me he sentado en el suelo, en el mismo sitio en el que me senté el último día. Resulta que mi ordenador debió quedarse sin la pila (sí, llevan pilas) y, como me habían quitado el cable de red para usarlo para otra cosa, cuando lo he encendido seguía clavado en el último viernes que fuí a a trabajar, justo a la hora de la salida.
Menuda resonancia.
Nuevos días que recuerdan a los viejos.