Uno nunca se desembaraza del todo de la propia estupidez, por mucho que pueda (y quiera) pensar lo contrario.
Por mucho que uno piense, y que establezca reacciones ante situaciones imaginarias, sigue ciego en lo que respecta a las situaciones reales.
En el fondo, voy tendiendo a pensar que somos imbéciles crónicos.
Y la estupidez hace daño inopinado.