Esta mañana me ha llegado por redes sociales este video, es de hace cuatro años y está hecho por una asociación que dice de sí misma defender la santidad de la familia.
Los conceptos no deberían ser considerados verdaderos o falsos en función de quién los argumente, sino de si lo son o no (o si lo son para nosotros). Pero es muy complicado, sin embargo, hacerlo así. Si considerase que el contenido del video muestra algo verdadero me costaría horrores reconocer que estoy de acuerdo. Me costaría mucho darle un like en alguna parte. ¿No es curioso tener la sensación de que decir que estás de acuerdo con un contenido supone, de algún modo, estar de acuerdo quien lo dice, ser parte?
Los conceptos son y deben ser distinguibles de las personas que los sostienen. Podemos estar de acuerdo en algo con alguien con el que no compartimos nada más. Eso, aunque en principio no lo parezca, es posible y sobre todo deseable. Erosiona polarizaciones y permite el diálogo allí donde parece impracticable, facilita puntos de partida. Ahora, estar de acuerdo con alguien no significa haber partido del mismo sitio ni haber seguido el mismo camino, se puede estar de acuerdo en una conclusión y no estarlo en los argumentos que conducen a ella. Es más que posible llegar a conclusiones iguales desde sitios distintos. Entonces… ¿por qué cuesta trabajo reconocer que alguien que no consideramos afín a nosotros tiene razón en algo?
El problema es que estamos hechos para formar grupos que colisionen con otros grupos. Nos pasamos literalmente la vida sintiendo y pensando nuestra identidad, la identidad del grupo en el que nos reconocemos, lo acertados que estamos nosotros y lo equivocados que están los demás y sus grupos. Da vértigo, cuando sucede, ser consciente de cómo esas cuerdas y poleas tiran de ti.
Tengo que esforzarme en ese tipo de distancia.
Corolario: "Pues que sepas que eso lo piensa también no sé quien", aunque lo parezca, no es un argumento. El porqué lo hace, sin embargo, sí lo es.