Se acerca mi cumpleaños y me ronda la cabeza un documento de buenos propósitos. Parece que no sirven para mucho, pero algo sacas. De uno de ellos, por ejemplo, esto de andar al menos una hora cada día. De otro de ellos pagar a un tipo para que me arrancara todos los dientes de la cara con unos alicates y me taladrase el hueso de la mandíbula con implantes de titanio.
No sirven para nada, el esfuerzo que tienes que hacer después día a día para llevar su contenido a cabo es el mismo, pero… están escritos, y eso tiene algo, una pequeña fuerza, una cadencia, un cierto ritmo. No ayudan a llevarlos a cabo pero hacen que los propósitos ya existan un poquito.