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gordo cabrón

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Si el que no se consuela es porque no quiere, dicen. El gordo soy yo, ella es ella. Me encanta esa cara de «tío, ¿por qué haces eso?» He estado perreando cervezas, me he ido de un par de garitos sin pagar, no digo los nombres por si las moscas. Ahí veníamos de comprar la cámara digital. Dos días después la devolví. Entonces yo pesaba diez kilos más, y se nota. Entonces estaba triste y cabreado, pero no podía imaginar lo triste que llegaría a estar después, es decir, ahora. Ella es preciosa. Es terriblemente preciosa, y no sólo físicamente. Ahora nada me vale, por supuesto, porque ella es preciosa. No sé dónde nos llevará todo esto, sólo le pido a quien sea que me dé tanta felicidad como en el momento de la foto, que se la dé a ella. No puedes, ¿verdad? No se puede. Eso fue el 07/07. Ahora estoy perreando cervezas, y no niego que esté bien, está muy bien. Pero no se puede comparar. No se puede. Ella es feliz, por primera vez en mucho tiempo lo es, y cada día está más segura de su decisión. Y me parece bien. Por ella. Pero yo y nosotros nos consumimos, cada día un pelín de peso menos, cada día un pelín de nosotros menos. Que venga ella y me diga que merece la pena, porque supongo que así me convencería algo. No quiero lloraros más, pero… bueno, ya sabéis lo que voy a decir, pero esto no es cosa de uno solo. Adios, Lele. Adios.

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