Hoy tenía ganas de empezar a escribir una novela, un algo, algo que hablara de algo. Pero no tengo ni por dónde empezar. Bah, la verdad es que no tengo ganas de hacerlo. No tengo ganas de hablar de la vida reseca y cuarteada de adulto. No tengo ninguna gana. Las cosas están ahí, sólo, tan sólo hay que nombrarlas. Simplemente. Está por ahí «dios se ha ido», de Javier García Sánchez, que a efectos prácticos lo hace bastante bien. El tema es el hastío. Siempre el tema es el hastío, porque todo esto hastía.
Lo que me lleva a preguntarme, casi constantemente, si esta actitud tiene algo de sentido, si no habría que considerar más bien este punto como el punto de partida, el hastío como lugar irrebasable, y empezar a partir de ahí. Algo constructivo, supongo, un poco de sentido del humor, o de lo que sea que haga la partida más jugable y el día más interesante. Creo que me hace falta dormir.
Una cuenta atrás. Mañana, pasado mañana, todo volverá a llenarse de sentido. Me da por culo ser tan jodidamente crisantemo, pero será porque aparecerás y estarás ahí. Bien me jode depender en eso sobre todas las cosas. Bien me jode. Mañana atravesarás el dintel de esta puerta jodida y cotidiana y todo comenzará a poseer brillos propios, por decirlo de alguna estúpida manera. Todo con sentido. Todo consentido. Mientras tanto, me devano y espero. Sigo escribiendo, sigo componiendo, pero ya más como medio, como paliativo, como sucedáneo de.
Qué cosas. Qué jodidas cosas.