y han pasado esos más de veinte años
conmigo como testigo
y recuerdo sentirme mal, y regular, y bien al mismo tiempo
y todo y nada son cosas diferentes
a lo que fueron
mientras la vida se abre de nuevo
y la comida, y los ratos,
las tardes de otoño, despertar temprano
vuelven a significar algo
(aunque, por otra parte,
nunca dejaran de hacerlo,
es así de inexplicable, parlanchín
y callado)
y es extraño volver a estar aquí de nuevo
como si nada hubiera sucedido
como si el mundo y el caos y lo vertiginoso
se dieran de nuevo la mano
y se comprendieran
y caminaran al mismo paso
con la facilidad de un siempre
que a duras penas pasó de casi nunca
como si se hubieran reencontrado
y se hubieran dicho
«eh, ¿qué tal?»
y el prodigio hubiera sucedido así,
sin más,
sin que tenga más o menos importancia
que seguir respirando
(aunque, por otra parte,
nunca dejó de hacerlo,
es así de inexplicable, parlanchín
y callado,
así de insondable el misterio
que ni sabe qué es o dónde está
ni necesita o quiere saberlo)