He cambiado el colchón, el viejo tenía un agujero justo en el centro que había ido creciendo en el último año y medio. Al principio con meter una camiseta vieja dentro servía, al final necesitaba una manta y dos camisetas y seguía siendo imposible de cubrir. Como el hambre, como la ansiedad, como el hambre que da la ansiedad. Atornillé unas tablas a la viga partida del somier, le até unas cuerdas para absorber las vibraciones. Ahora es firme. Aún así parece ser que a mi espalda no le gustan los cambios, duele. Parece que no le gustan ni cuando son a mejor, pero quién soy yo para opinar sobre eso. La hice dormir casi una semana sobre el lado equivocado del nuevo, así que supongo que en parte también es culpa mía. Aparecieron las instrucciones pilladas con el somier. Las leí. Me reí.
El viernes pasado me quitaron uno de los implantes. Estaba todo bien según la radiografía pero bum. Un pequeño dolor, un poco de anestesia, termina su ejercicio. Le pregunto por el dolor, si se había quedado pillado algún trocito de encía o algo. No, estaba defectuoso, lo he retirado, con los otros tienes de sobra. Todavía no he encontrado una respuesta a eso. Con todos los dedos cruzados. Cuando la cosa depende de la suerte no suele pintar bien para mí. No es que haya venido a esto con suerte de sobra. En fin, queda mes y medio, dos meses como mucho, para saber cómo termina este relato. Prefiero no pensarlo.