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las cosas y los hechos

People are crazy and times are strange
I’m locked in tight, I’m out of range
I used to care, but things have changed

Things have changed, Bob Dylan.

Tener algo, lo que sea. Un corte de pelo, un coche, una actitud. Algo que a alguien le parezca interesante aunque no sea más que una pose, porque de eso va la cosa. De ese algo.

Esa escenografía, sabes lo que quiero decir.

Arrancar por la mañana y comprender que es importante, de algún modo también para ti mismo. Estás donde ayer y donde hace un par de días, pero aún así necesitas convencerte, darte una alegría. Reconocer en ti lo que te hará volar un rato. Lo demás es equivocarse, mantenerse en el dique seco. Sales a la calle a enfrentar tus cosas con las del resto del mundo, a vender una idea de ti mismo. Sales al mercado de cosas que no tienes y quieres, al mismo tiempo que ofreces las que tienes y los demás no. Vendes, te venden, compras, te compran.

Un vendedor de crecepelos.

Quieres que no importe pero lo hace, es una especie de juego con sus fichas, su dado y su tablero. Estar en el mundo es aceptar ciertas normas. Al menos estar en el mundo estando en medio de todo esto. Quizá te dé igual y pases, pero eso no implica que los demás no lo sigan haciendo, como máquinas rotas que siguen dando el cambio aunque nadie esté metiendo monedas dentro. Salida sin entrada. Todo es una entrada. Toda actitud es una imagen que se lanza, incluso la que no quiere lanzar nada.

Siempre estás diciendo algo. Aunque te calles no puedes evitarlo. Siempre eres una intención que flota de cabeza en cabeza. Sintetizas. Haces un resumen. Un trailer. Un anuncio de dos minutos en televisión. Un reclamo para patos. Estás llamando la atención para algo, te des cuenta o no. Aunque no lo hagas (si es que eso es posible) se va a interpretar como si lo estuvieras haciendo.

Hace mucho tiempo era un anfitrión y me encantaba. Ahora no me gusta demasiado juntarme con nadie porque eso sigue estando dentro de mí. Cuando hay silencio hablo. Por eso prefiero quedar con la gente para hacer cosas, en ese caso el silencio me dispara menos. Si quedamos para tomar un café no habrá nada que pueda hacerme hablar, excepto el silencio. Eso hace que hable más o menos todo el tiempo. Prefiero quedar para caminar, o para que cada uno haga sus cosas, compartir tiempo sin tener que llenarlo de palabras.

Las palabras no llenan nada que no esté lleno de antemano. Es como comprar un pc y sentirte un hacker. Comprarte un móvil y sentirte un comunicador. Algún día leeré algo sobre la dominación que el móvil tiene sobre ese aspecto tan nuestro, esa medida de la posibilidad de la herramienta que no debería completarse si de hecho no la terminamos utilizando para algo. Comprarme un móvil no me hace más productivo. Comprarme un pc no me hace un programador. Comprarme un coche, unas zapatillas, una mochila, no me hace un viajero. Viajar sí. Las medidas de posibilidad, en sí mismas, no.

El sine qua non está fenomenal para poder empezar, pero teniéndolo no has hecho nada todavía. El móvil, el portátil, las zapatillas, un bolígrafo, un coche, son de ese tipo de cosas sin las que no, ok, pero sólo por tenerlas no has avanzado un paso. Te has llenado el alma con nada. Te crees que has clavado un clavo por haberte comprado un martillo, pero todavía tienes que usarlo para dar algunos golpes antes de poder pensar que la cosa está hecha. Mejor o peor, pero hecha.

Ser un anfitrión me vacía. Tener un objetivo me cosifica. No quiero ese tipo de trato, y tampoco nadie me lo está pidiendo. Es más una cosa que llevo dentro. El horror al vacío que no se llena nombrándolo. El horror al vacío que, de hecho, se hace más patente nombrándolo.

Ser un anfitrión es igual que lo de comprarse un móvil y sentirse un comunicador. Si no comunicas no has ganado nada. Si un anfitrión no tiene nada que decir no ha dado ningún paso por invitar a un par de decenas de personas a su casa y hacer que pasen un buen rato. Eso es fácil. Todo el mundo quiere sentirse parte de algo, no hace falta mucho más para ello. Todos estamos juntos en esto.

Cuando sale el silencio y lo lleno con palabras no está sucediendo nada, sólo hay un tipo ocupando el tiempo con lo que sea, con lo que está leyendo en el ambiente que es capaz hacerlo. Ni siquiera te estaré contando lo que pienso, seguramente sólo siga la inercia de hacer que las cosas sean algo, lo que sea. Ese no es un problema de nadie más que de mí mismo. Por eso me jode tanto. Prefiero el silencio porque el silencio es más algo que la palabra que rellena, pero siempre que se da la ocasión no puedo evitar rellenar, darle un sentido, hacer algún tipo de gesto.

Tener algo, lo que sea. Hacer que. La vida va de eso en según qué modos. La vida va de eso todo el tiempo. Estuve allí y me cansé. Eso no hace que las cosas sean más fáciles ahora. Eran mucho más fáciles entonces. No porque lo fueran, desde luego, sino porque no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

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