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ateilunado

Han pasado cosas malas que no sé si son buenas en el fondo, creo que sí, que no sé si no sé en realidad. El domingo se me cayeron dos incisivos inferiores, lo que me llevó al dentista.

A husmear en esa pesadilla personal.

Tenía que haber vuelto después de los cuatro años que han pasado tras la visita mortal. La visita mortal fue aquel primer invierno en el que me dijeron, de pronto y sin cuidado alguno, que tenían sacarlo todo y que no tenía hueso suficiente para implantes. Decidí que si el problema (se me iban a caer los dientes) era igual que la solución (me iban a arrancar los dientes) aguantaría con ellos lo que pudiera.

En el segundo invierno se me rompió la pala izquierda.

En el tercer invierno los incisivos de abajo explotaron dando un bocado como cualquier otro, y no han dejado de bailar desde entonces.

En este, el cuarto invierno, se cayeron dos de ellos.

Así que ha finales de diciembre me vaciarán la boca y me pondrán una de porcelana y titanio. El tiempo ha pasado y me ha traído hueso: ahora sí tengo.

Estoy aterrado e ilusionado al mismo tiempo. Dolor, miedo, medio año jodido. Pero quizá… ¿volver a dar un concierto?, ¿comer manzanas a bocados? ¿Sonreír?

¡Santo Bob, la risa, la carcajada!

no sé si es comprensión de nada

Hace un par de días instalé el termostato de una caldera. Escribí para el nanowrimo, limpié la cocina, solucioné un problema del servidor y actualicé el repositorio de los mensajes de discord. Ayer rompí el cristal de las gafas, me fui a comprar canaleta y codos, comi kebbab con mi madre y mi hermana sentados en un banco mientras hacía algo de frío. Hice de medio healer en un run roto y tanqueé BRD más tarde sin ser tanque. Me acosté con unas cervezas de más pensando que las elipsis temporales azotan los días sin compasión: lo mismo eres una cosa que la otra y todas aparentemente sin solución de continuidad.

Un mosaico de fragmentos dispersos que se reproduce en el tiempo, un híbrido entre un crisol y una mancha de aceite.

los misterios de la puerta y la serpiente

Mythic lo mantiene congelado mientras que Bamba le golpea la cabeza con un totem y sonríe. Astil juguetea con una de sus garras en el borde del ojo de Dhor, haciendo brotar gotas diminutas de sangre nerviosa. Desde sus dos metros veinte, Tronador, algo apartado, mira al prisionero con la misma preocupación con la que el Destino del Universo le presta atención rigurosa a la mosca de la fruta.

—Dhor, por última vez, necesito respuestas. Y cuando necesito respuestas me cuesta hacer bien la digestión y tiendo a cornear rápido.
—Por favor, no tengo ni idea. ¡Entré en servicio hace una semana!
—El enano estaba borracho y la puerta abierta cuando llegamos, ¡de eso seguro que tienes que saber algo! Cuando un barbilargo se emborracha y llama a un par de golems a su lado la gente tiende a empezar a morir alrededor, ¿no te llamó eso la atención?
—No lo sé… por favor… yo sólo tenía que vigilar la escalera. Un trabajo sencillo, me dijeron. Vas y miras los escalones. Si te aburres, los cuentas. Ocho horas al día seis días a la semana y podrás jubilarte en la playa de Feralas. ¡Eso era todo! ¿Quieres saber cómo es cualquiera de esos escalones, cualquier detalle?
—¿Le saco el ojo?
—No, gato, por tercera vez, no. Bamba, deja de pegarle todo el tiempo en el mismo sitio, se está amoratando. ¿Mythic?
—¿Jefe?
—Prepara un portal a Orgrimmar, vamos a presentarle a algunos amigos. ¿Te apetece un viajecito a Orgri, Dhor?
—Oh, no…
—Cuéntame aunque sólo sea lo de los elementales del tipo serpiente. ¿Por qué aparecen a veces sí y a veces no? ¡Dímelo!
—No lo sé, señor toro, no lo sé…

Nehebkau observa la escena sentado en una piedra al fondo. Las súplicas de Dhor. El gato con la garra pinchando ya la cornea. La montaña morada que ha hecho brotar Bamba. El portal-farol a Orgri. Tronador riéndose como un meteorito despeñándose por un pozo. Bebe maná, se retira el sudor de la frente y se pregunta cómo ha sido posible que haya acabado siendo el sanador de este grupo de psicópatas. Empieza a pensar que en una vida anterior fue alguien detestable.

—¿Nehe?

Suspira. Asiente a Tronador y lanza a Dhor un destello curativo un segundo antes de que muera. Se da cuenta de que no lo ha hecho antes porque en el fondo él también tiene un puntito psicópata. Se relaja, sonríe. Acaba de ser consciente por primera vez de que va a encajar perfectamente.