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religiones de fuego

Al enemigo se le cosifica, se le hace otro, y los argumentos se esgrimen como disfraces en función de la fecha.

Se repiten «no podemos condenar a todos por la actitud de unos cuantos», cuando interesa, y «esto es malo porque produce este tipo de cosas» cuando interesa. En política no podemos condenar a un partido por la actitud de unos pocos corruptos. Hay hasta refranes, «la excepción confirma la regla» (bastante ridículo si lo piensas, en cualquier caso). Sin embargo el atentado estúpido y cruel sirve como mango de sartén para todos los que hacen de la exclusión un modo de vida. Y aquí, en esto, sí que unos cuantos sirven para condenar a todos.

Nos sentimos más confortables con las situaciones que refuerzan nuestras creencias, y eso es inevitable. Pero tal vez conviene rascar un poco y no perder el norte. ¿El Islamismo es malo? No tengo ni idea, pero a estas alturas de mi vida me voy haciendo a la idea de lo que es realmente malo es la gente, la que es mala. A uno y otro lado. Normalmente, el que tiene una idea clara y no se limita a aplicársela pasará por encima de todo para que tú la apliques.

Estar demasiado convencido de algo es el primer paso, como ese hilo conductor entre drogas que nos contaban de adolescentes. Primero estás convencido de algo y lo aplicas, después estás muy convencido, después empiezas a no ver los argumentos de los demás. Luego a pegarles tiros, más o menos metafóricos, y a hablar de lo malo del «relativismo cultural».

Uno tiene que ser sensible a los argumentos y desarrollar su empatía. De otro modo el dogma de fé y la guerra santa. De otro modo la reducción al absurdo del molino girando sin agua.

La empatía es lo único que evita cosificar al de enfrente. Cosificarle es el requisito indispensable para matarle, en cualquiera de los modos posibles de hacerlo (violencia no es sólo pegarte una ostia). Leed cualquier cosa de soldados medianamente técnica, allí está por todas partes.

Sal de tu cabeza, aunque sea cinco minutos por las mañanas para ventilar mientras estiras las sábanas (reírse de uno mismo, relativizar, flaquear, dudar).

Evidentemente, bajo mi punto de vista el islamismo y las demás religiones, en cuanto suponen dogma de fé, son básicamente indigestas para el crecimiento personal en particular y el de la humanidad en general, y son, además, armas que están siempre cargadas se disparen o no, porque crean trincheras.

Y no nos engañemos, las armas se han fabricado para disparar. No importa cuánto nos digan que ahora están domesticadas, es mentira. No se puede domesticar una pistola. El tipo que la sujeta tiene el dedo en el gatillo consciente del poder que puede desatar con un pequeño movimiento y te mira mientras te dice que todo va bien, que sigas caminando.

Añado: las palabras tienen alcance limitado, aunque se obvia y se las lleva a donde se quiere o necesita según el caso. Si yo decido que mi ratón G600 es Dios, ¿puedo acusar a Razer de blasfemia? No blasfemo insultando a Dios del mismo modo que no blasfemo negando unicornios. Es una falta de respeto en tanto que insulto, pero desde luego no una blasfemia, ya que esta sólo lo es desde el punto de vista del creyente. ¿Cuál es el alcance y hasta dónde debe ser entendido?

Incluyo: leo en la gaceta:
«La libertad de pensamiento y de expresión, carente de todo límite, no es por sí misma un bien del que justamente pueda felicitarse la sociedad humana; es, por el contrario, fuente y origen de muchos males»
Papa León XIII

Y con eso creo que ya está todo esbozado.

entorno

Entrar. Salir.

Dar una vuelta despacio. Tengo cosas que esparcir por el mundo, o que decir. Pero no ahora. Quién sabe. Habíamos dormido algo, al menos. «Nos habíamos situado en el espacio discreto del tiempo recoleto». Dos bonitas nadas una junto a la otra. La vida era de cosas más sencillas y más sorprendentes: porque lo único que siempre existe, amigo, es lo sencillo y lo que sorprende: lo demás son supercherías, purgas de Benito.

«Espacio discreto» me gusta. Es una revelación, o al menos puede llegar a serlo. Un escondite hecho guarida. Un espacio robado al espacio es un espacio discreto. Pero tiene que existir para que, al verlo, algo se retuerza en tu cabeza y pegue un brinco (¿si no para qué el nombre?). Como la primera vez que puse un acorde de sol en la guitarra y me dije que aquello sonaba muy bien. «Francamente bien», he estado tentado de escribir, pero no sé a santo de qué «francamente» pinta algo ahí. Pero hay costumbres, demasiadas lecturas… he perdido un rato lo que quiero decir en brazos de cómo he aprendido a decirlo. «Muy bien» es preciso, «francamente» es una impostura.

Lo del «tiempo recoleto» ya… no sé muy bien por qué, la verdad. «Recoleto» es un círculo que no consigo encajar en el hueco cuadrado desde nunca. Y rima con «discreto». Algún día le encontraré un sitio a «recoleto». El problema del lenguaje no es que no sea preciso o que no se utilice con precisión, o que no sea completo o que carezca de completud. El problema del lenguaje es que es un objeto describiendo otro. Y claro, un objeto se carga de connotaciones. El lenguaje, la forma de decir las cosas, alimenta la realidad que intenta describir y la modifica. Viejos chistes, las siempre «antiguas pesetas», me refiero a cosas como esa. El lenguaje no es una hoja afilada y precisa con la que diseccionar lo que sucede, el lenguaje se pone de moda y modifica su objeto que, a su vez, le altera. Al final hay cosas que no salen del lenguaje mismo, y es fácil rellenar párrafos sin referenciar a nada más cuando lo que realmente importa son las cosas, a no ser que te dé por ponerte decadente.

Para mí, al menos. Utilizar el lenguaje para describir el mundo: genial. Utilizar el lenguaje de modo autorreferencial como juego formal: decadente. Lo único que existe es lo sencillo y lo sorprendente, todo lo demás son engaños, afeites, perfumes, llantos, espejos, lloros, vacíos, huídas hacia delante y sin frenos.

«En el espacio discreto del tiempo recoleto». Bff. Menuda historia tiene que tener eso detrás para que no sea una pura y absoluta mierda.