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Un 13 de agosto

Un 13 de agosto de hace un par de años murió mi padre. Parece mentira, es verdad. Parece mentira, pero es lo que es. El alcohol y el tabaco no sirven ni para una mierda, pero ahí están, difuminando. Quise escribir esta entrada el 13, pero no pude. Tampoco es que ahora pueda, o que tenga algo que ahora pueda decir y entonces no. Simplemente el jueves no podía entrar en según qué puertas.

Yo estaba emborrachándome, un lunes por la mañana, con ricardo en un pueblo del sur de Madrid, mientras él compraba piedrecicas de fumarl. Me llamo mi hermana «he llegado a casa, le he encontrado tumbado boca abajo en el suelo del dormitorio, esta frío, tío, está frío». Lloré. Eso es lo que no cabe aquí. Decir «lloré» es sencillo. El por qué lloré es lo que no podré transmitir aunque lo intente. Las palabras se estrellan contra sí mismas. Se estorban, se molestan. No consiguen llegar a ninguna parte. No es posible explicar por qué lloré. Porque no lloré por mi padre (eso es fácil de explicar: mi padre murió y yo lloré por mi padre), lloré por el tipo que era mi padre.

Vine llorando desde el pueblo del sur en el que nos adocenábamos, mientras Ricardo (diosecillos te guarden) corría a tropecientos por hora en la autovía. Cuando llegué estaba la policía. Me enfrenté con un poli, que sólo pensando en mí no quería dejarme ver lo que quedaba de mi padre. Entré en la habitación y le vi, tumbado en el suelo, con los brazos en los costados, boca abajo. No me atreví a tocarle. No pude. No pude. No me arrepiento.

Días después, un día como hoy, 17, recogí sus cenizas del crematorio y me lo llevé de bares, a él y a su urna. Me pillé un buen pedo con él, con la juanita y con Ricardo. El último pedo con él. El primer pedo con él. Tarde, siempre tarde. Siempre demasiado tarde, padre. Menos mal que un año antes del óbito te pillé por banda y te conté todo lo que sentía por ti. Menos mal. Si no estaría jodido, bien jodido. No por mí, sino porque quería que tú supieras. Porque tú debías saber. Porque habías tenido mala suerte, pero tu hijo te admiraba. Eso marca la diferencia. Es más importante que nada. Tus ojos me lo dijeron entonces, yo no soy nadie, pero te admiro. Yo no soy nadie, pero soy importante para ti. Siempre lo fui.

No pienso en ti, no te recuerdo. NO. Tú estás en cada cosa que hago, en conversación conmigo. Hablo contigo. Tomamos las decisiones juntos. (Y al mismo tiempo que todo esto es cierto, ojalá que tomásemos las decisiones juntos, amigo mío, ojalá, sólo quiero que tomemos la decisiones juntos, joder)

Hoy, colega, cuando estaba comprando orujo de hierbas en el super de abajo para rememorarte (aunque no hace falta el orujo, aunque no hace falta la onomástica), me he encontrado con tu mejor amigo de la última época, de los últimos años. Te echa de menos. Sigue pensando en ti. Tiene los nombres de mis hermanas, aún hoy, en un papel en la cartera. Qué grande, padre, qué grande. Ha tenido un amago de infarto, pero está bien. Me ha contado un par de chistes tuyos, de los clásicos, él no sabía si llorar o no. Yo tampoco. Te echa mucho de menos. Joder. Es normal, eres de ese tipo de tíos a los que se echa de menos. Yo también lo hago, amigo, yo también.

Pero no hoy especialmente. Todo el tiempo.

No sabía muy bien qué decirle, lo único que nos unía eras tú. Y hay puertas que no quiero atravesar. No delante de él, frágil, en la puerta del ahorramás.

Un día como hoy, con tu urna, nos emborrachamos, dimos vueltas, pedíamos una ronda siempre para ti. Qué grandes y qué efímeros somos. Qué grandes y qué efímeros.

Te quiero, padre. Te quiero.

Cuidate siempre y… nos vemos.

tan tarde

Estaba, estaba, estaba pensando en cómo terminar esto. Me estaba dando cuenta de que tanta construcción no es buena pero no deja de ser buena. Andaba liado con zilgu, mentalmente, mientras estaba fuera. Estaba seguramente borracho mientras me decía que el sentido del humor empieza con y por uno mismo. Recordando todas las mujeres que compusieron mi vida. Compuesta de mujeres, madres, hermanas, amigas, parejas. Todos los coños. Sonrosados, más o menos peludos. Duele porque el querer es dolerse a veces. Cómo explicarle a esa mujer que yo ya estoy escrito. Cómo hacerlo con palabras. Con miradas no me sale. Tengo la casa limpia, pero no es suficiente. No tengo la carcasa limpia, no la tengo. Te juro, y sangro mientras juro, que no la tengo. Vete a tu casa. Lo siento. Déjame tranquilo con el culo en un bolardo. No es tan sencillo. Me gustaría que lo fuera. No soy lo suficientemente justo para poder salvarte. No soy lo suficientemente grande para poder salvarte. Cojones. El mundo se escribe solo. Nosotros estamos. Simplemente estamos.

Si es por razón la he tenido siempre, o al menos siempre que recuerdo. Nunca me ha servido de nada. He visto estos caminos, los he recorrido. No contigo. Pero los he recorrdo. Recorrer para nada apesta. Si aún lo quieres aquí está mi casa. Estaremos juntos.

No, no lo estaremos.

Pero puedes venir.

Y así, lo que siempre tuvo sentido, dejará de tenerlo. Puta basura, putas cosas. Me gusta ducharme solo, lo siento. Demasiadas veces me duché con gente. Ahora no puedo soportarlo, putas cosas. Déjame en paz. Un «nos vemos» es lo mejor que puedo darte.

Mi marca de calidad.

De calidez.

Vístete, que eso es todo.

Esta casa es siempre tu casa, mientras sepas decir «amigo».

Mañana por la mañana no sabré decírtelo, mientras cojo las llaves.

Querré hacerlo, pero no tendré ni puta idea de cómo hacerlo.

Será tarde.

PS: escribo estas yagas mientras sigues en la ducha. Claro, no vendo por ahí perdiendo.org, no lo publico como mío. Estoy a duras penas mirando el monitor porque se me comba, a duras penas porque estoy drunk, mientras frotas y limpias y yo me pregunto si roncaré hoy, today, esta noche o como sea. Ese es el quid de toda la quiddidad misma. Pero al final no hay preguntas, y si las hay no se formulan.

Y si las hay no se formulan.

Se formulan a solas.

Puta vida.

barriendo en casa

Pues sí, hoy me he puesto a actualizar wordpress. Rutinario. Bien. Como siempre. Y después me he preguntado si no podría poner más cosas que se mueven y tal en el tema. Está bien darse una vuelta por esto de cuando en cuando. Escribí mis miserias por aquí un tiempo. Después, para que no jodieran mucho a los otros (mentira) y para organizarlo todo un poco (verdad) las escribí por aquí. No sabrás nunca cuándo estás de más. No tendrás ni idea. Nunca tendrás ni la más remota idea. Tú simplemente estarás, con lo que conlleva: escribirás, tocarás, pensarás, dirás. Duele porque la piel no es materia inerte. Todos los ojos que he tocado me esquivaban miradas, de cuando en cuando. Yo simplemente estaba, y ese estar, que aprendí por las duras (y no por las maduras), ofende. Para que no jodieran mucho las escribí en secreto, como en secreto me tiro un pedo escondido en una tos fuerte. Huele, pero no pueden localizar la fuente. Sospechan, pero no pueden hacer una acusación formal. Eso es más que suficiente, me temo.

Quizá quiero un tema visual nuevo, pero… ¿qué tema para algo tan viejo? Para algo tan inveterado. Para algo tan del pasado, que existe sólo porque yo sigo existiendo cuando se regeneran mis células.

Esa cierta idea de continuidad que, contra todo pronóstico, pese a todo, continúa.

(He estado grabando un par de cosicas, pero a estas horas quién va a cantar a gusto, mecagondié)