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como pez en el agua

Me gustaría decir que según va pasando el tiempo comienzo a encontrarme como pez en el agua, pero nada más lejos de la realidad. Aún así, como me gustaría, lo digo: según va pasando el tiempo, me voy encontrando como pez en el agua.

Es extraño. Todo se retuerce. Me gustaría decirlo de otro modo: pero no sé. Todo se retuerce. Tengo dentro de mí retortijones, y pienso que son míos, pero no es así: es más bien que todo se retuerce. Todo se retuerce, y yo con ello, y yo con todo. Esa es la sensación: uno no está por encima de las cosas, sino que las cosas lo son todo. Si ellas bailan, yo bailo. Si ellas callan, yo callo, si ellas se esfuman: yo me esfumo. Y como las cosas se retuercen, yo tengo retortijones.

Mi madre se quiere divorciar, de mi padre. De mí se divorció hace mucho tiempo. Quizá fue aquel día que me dijo: llega un momento en el que la cría tiene que volar del nido. Yo entonces tenía 22 años. No, seguramente no fue ese día, seguramente fue el que me dijo: he estado hablando con la psicóloga del colegio, y está de acuerdo conmigo en que tú eres lo que me está destrozando la vida. Yo me sentí caer y caer y caer y caer y caer y caer. No creo que se diese cuenta.

Y yo en aquel momento tampoco. Porque me sentí culpable. Yo no quería joder la vida de mi madre. Lo último que quería, en aquel momento, era estar jodiendo la vida de mi madre. Me sentía demasiado culpable como para ver las cosas con lucidez. Más tarde me pregunté por qué mi madre no tuvo una conversación conmigo para intentar resolver no sé qué cosas, en vez de lanzarme un hacha emocional al centro del cráneo, al hipotálamo del cerebro.

Después, mucho después, me di cuenta de que en ese momento nos habíamos divorciado, porque un año después dejé de tener 22, y un año después deje de tener 23, y un año después dejé de tener 24, siguiendo el curso normal de los acontecimientos. Me fui de casa a finales de mis 22, sintiéndome terriblemente culpable. Entonces todavía no sabía que me había divorciado de mi madre un año antes. Lo supe más tarde. Hace un rato no muy largo. Cumplí 31 y revisé las cosas que no quería mirar, pero que olvidando juré recordar para recordar después. Y el después llegó, como sin darse cuenta, silbando despreocupado.

Y fue con el divorcio, esta vez, de mi madre con mi padre. O con el de mi madre con mi hermana, no lo sé. Algo hizo click en mi cerebro culpable. Algo indeterminado. Algo que vino, después de mucho tiempo, a salvarme de los remordimientos. A lo mejor fue cuando se fue lore y me dijo que le había destrozado la vida porque le había anulado la personalidad (momento en el que, de nuevo, me sentí caer y caer y caer y caer y caer, había vuelto a hacer daño sin querer por mi letal forma de ser, la situación se repite ergo es que algún error en mi código existe sin duda), algo que me estaba diciendo que todo el mundo toma sus decisiones y écha la culpa a los demás cuando salen mal. No lo sé. Hubo un momento, pero no lo recuerdo. Me tortura, según el día, no localizar el momento preciso en el que me di cuenta de que todo el mundo vive mejor si le echa su maldita mierda a los demás. Y mucho mejor si los demás (yo, en este caso) la reciben sin protestar haciéndole una cunita con las manos.

La culpabilidad era peor, porque era inconsciente. Uno no se somete a la levedad cuando hace daño. No se limita a pensar: yo soy así, qué le voy a hacer.

No, uno se siente jodidamente culpable (agujero del que uno no sabe salir).

Hasta que, recordando lo que olvidando juré recordar, uno se da cuenta de que los débiles se sienten salvados si te hacen llorar. Si te entregan su estúpida carga a ti y tú la recibes.

Qué triste.

Y más triste, todavía, porque les creí. A ambas. Y me metí en un círculo de cerveza y humillaciones porque pensaba de mí que no valía una puta mierda. No sabía salir de ahí cuando la salida era yo mismo. Y me humillé, y me emborraché, y me jodí, y busqué que me dieran una ostia en la mandíbula, y busqué que me partieran la cara y todos los huesos del cuerpo porque yo, con mi letal personalidad, había destrozado la vida de dos de las personas a las que más había querido hasta ese momento. Porque yo era un cabrón y un hijodeputa que sólo merecía que le partieran en dos en un callejón oscuro, lloviendo, húmedo y roto hasta el límite de estar húmedo y roto, imbécil de mí mismo hasta el punto de estar absolutamente despreocupado de mí mismo. Borracho y apaleado en una esquina yo era feliz: por fin tenía lo que me merecía. Lo que me había buscado y que no sabía resolver haciéndome más daño a mí mismo. Sin encontrar la salvación, buscándola fuera.

Ya no les creo. Pero, aún así, hay días que, sin saber por qué, sigo buscando que me apaleen borracho en un callejón lluvioso.

Y lo peor es que a veces aún lo consigo. No siempre es fácil sostenerse en tus propios pies. No siempre. Pero aún así no estaría de más ponerlo en el lugar de las cosas que uno, olvidando, jura recordar. La respuesta estaba -está- en el mismo sitio. Aquí.

Difícil, pero…

yo soy la medida de todas las cosas.

Stop

With your feet on the air and your head on the ground
Try this trick and spin it, yeah
Your head will collapse if there’s nothing in it
And you’ll ask yourself

Where is my mind?
Where is my mind?
Where is my mind?
Way out in the water, see it swimming

I was swimming in the Caribbean
Animals were hiding behind the rock
Except for little fish
When they told me east is west trying to talk to me, coy koi

Where is my mind?
Where is my mind?
Where is my mind?
Way out in the water, see it swimming

With your feet on the air and your head on the ground
Try this trick and spin it, yeah
Your head will collapse if there’s nothing in it
And you’ll ask yourself

Where is my mind?
Where is my mind?
Where is my mind?
Way out in the water, see it swimming

With your feet on the air and your head on the ground
Try this trick and spin it, yeah.

Pixies – Where Is My Mind?

vanas ilusiones

Entre unas cosas y otras no entro por aquí. Entre que estoy agotado (más que nada existencialmente, si es que eso significa algo), gordo y desinflado, entre los curros y los viajes y las webs que reclaman tiempo y que son como crías que pían y pían, y este ubuntu y este flash que piden más aún si cabe, tengo las neuronas con las maletas ya hechas bajo la cama esperando el momento. Yo les digo que no dejen de esperar, que todo esto tiene forzosamente que terminar en algo, que si demuestras lo que vales al final… pero no sirve de nada, ellas son más listas que yo, mucho más, y responden:

– Te están tomando el pelo. Con tu consentimiento. Eres un imbécil.

Qué complicado es responderle a la verdad cuando te habla mirándote directamente a los ojos. Me hago caquita y miro al suelo, avergonzado.

Al próximo que me diga que existe la justicia, sea poética o no, le voy a roer la yugular con un folio oxidado.