Después de todo, después de nada. Después de tantas cosas, y de tanto tiempo, y de tanto nada, y de limpiar el ordenador, y de llenarme los dedos de colores con el tomate de la pasta. Después de ver algunas películas pensando en tocarte aún mientras te tocaba. Después de acurrucarme en tu regazo.
Yo tenía un corazón verde esmeralda que tú embotellabas con tus besos. Un corazón verde esmeralda que antes había sido azul, rojo, naranja, negro a ratos, gris casi siempre.
Cuando te acompañé a casa me quedé sólo. Y ahí empezaron los bichos a subirme por el brazo.