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Si me diera cuenta de que soy un zote…

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Bájate Mozilla, gratuito, en castellano y sin estupideces. ¡Según las estadísticas de la página, el 83’5% de las visitas utiliza el explorer!

Bueno, bueno, bueno. Se me ocurre poner el hack que enseña los últimos cinco comentarios de la gente. Es una idea genial en sí misma, no lo niego, porque si no aquí uno no se entera de cuando alguien responde, excepto cuando lo hace a un mensaje de la página inicial. Miarroba va de culo y cada cambio me cuesta media vida, más o menos. Cuando por fin lo subo tras todas las modificaciones, miarroba deja de funcionar. ¡No puedo ver si funciona o no! Me piro al salón y llaman al teléfono, son ya las once de la noche y me entran los siete males, porque pienso que es Lorelay. Pero no, ¡es mucho mejor! Es Cisneros, que me dice que lo de Pedro y Ángeles es definitivo, se han mandado a tomar por culo. Se casaban en un par de avances telediarios.

Vuelvo a mi ordenador y el mozilla consigue abrir la página, el explorer sigue diciendo que no, que demasiadas conexiones msql y mierdas informáticas por el estilo. Al ver la página me doy cuenta de que algo no ha funcionado, porque en vez de vuestros bonitos comentarios sólo puedo ver el comando de llamada al hack, muy bonito pero poco cambiante o educativo. Me voy a la página de donde saqué el hack y descubro que al paquito le han sobrado un par de espacios por aquí, otros por allá… lo soluciono con mi gran capacidad informática, descubro que al menos el ftp de miarroba funciona, así que lo subo todo (media vida a la mierda) y espero rezando a san escorbuto para que pueda ver el resultado.

Al final mozilla responde de nuevo, el explorer está comiendo palomitas y dice que la abra yo si tengo huevos. Veo que todo está bien, pero cuando el explorer vuelve de sus vacaciones en Roma me muestra los comentarios ¡en negrita! Vuelvo a Mozilla y todo perfecto. Rezo de nuevo a San Escorbuto, pero esta vez para no reventar el monitor de una ostia perfectamente calculada, y miro la fuente de marras que está jodiéndolo todo. Abro el layout2b.css y localizo la fuente p, que me da bastante por culo, por cierto. Decido, debido como dije a mi gran sabiduría informática, crear un tipo nuevo de fuente, y como soy genial y muy inteligente ¡la llamo b! ¡A tomar por culo la negrita en toda la puta página! Ala, como me jode la negrita en unas putas frases me la cargo en toda la maldita página. Me doy cuenta viendo un post, rezo a san escorbuto para no partirme el cráneo contra mi propia subnormalidad y cambio de nombre la letra, cambio todas las llamadas a esa letra, subo todo en la mierda de miarroba (con perdón a los premiados) en otra media vida y cuando lo hago… ¿A que no sabéis cómo he llamado a la fuente! ¿No? ¿Ni con lo idiota que soy? ¡Pues claro, la he llamado k! ¡A tomar por culo toda la puta cursiva en toda la puta página!

A todo esto yo tan contento hasta darme cuenta, porque como el problema era la puñetera negrita y yo llamé a la letra b, negrita contra negrita nos quedamos con la fuente normal. Claro, yo pensando: «por supuesto, es normal, soy un puto genio». Pero aún así, al descubrirlo, no asocio una cosa con la otra, porque llamo (por tercera vez, no sé cuantas vidas van ya) a la letra j y no funciona ni de coña, vamos, como si no hubiera pasado nada, el puto explorer comiendo palomitas y enseñándome el dedo corazón con mucho amor. Aún así le cambio el nombre otra vez (a k1, por si la proximidad lingüística con k significaba algo) y lo subo todo de nuevo antes de darme cuenta de que no tengo ni puta idea, de que el puto explorer es una mierda, de que me estoy perdiendo redes y en vez de reírme como un tonto tengo a san escorbuto extresado. Y al final decido que el que quiera verlo bien se pase al netscape o al mozilla y así jubilamos al explorer, que falta le hace.

Si me diera cuenta de que soy un zote…

uffff

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Lo peor de haber amado alguna vez, es que te das jodidamente cuenta de que no vas a dejar de hacerlo nunca. En eso estoy pensando mientras torturo al seven up. Me acabo de levantar del sofá para venir aquí. Antes me levanté de la cama para ir al sofá y adormecerme con la tele. Mañana he quedado con Goyo a las diez y media, y como me conozco le dije que si no llego me tiene que llamar (odio conocerme tanto). En estos momentos es cuando uno echa de menos ese par de litros de cerveza en defecto de ese par de abrazos tan benefactores. Pues voy bien jodido, porque sólo me quedan dos cigarros, y uno de ellos me lo estoy fumando ahora mismo. Eeeee, empieza a punzar el mono antes de terminar con la nicotina del todo, incluso. Para no variar he empezado un par de relatos (con uno me he reído un huevo, no tiene ningún sentido) y he seguido recopilando poemas, para hacer un puto lío a una futura sociedad extraterrestre que los encuentre una tarde de domingo rebuscando entre el sustituto de la hierba que evolucione de alguna bacteria después de la devastación total del mundo (mientras matan a un par de mad max supervivientes, que de esos siempre hay). Me voy a pirar al sofá, que aunque me pese tiene cierta ventaja ante el palomar: apesta menos a soledad, tiene menos sitio para dos (bueno, ejem, siempre cupieron dos, pero de estrangis y con los esfuerzos que sólo genera el amor cabezón). Y encima con dos cojones voy y me curro un post semi-divertido.

Bueno, al menos esa era la intención. Y ahora un mensaje secreto para alguién que jamás leerá esto:
TTT.

Tarado, melancólico y con un corazón capaz de arrastrar camiones con el freno de mano puesto.

(Y mientras revise el mensaje, me encenderé el último, maldita escasez).

vueltas, estética, cambio

Me ha despertado el sonido del teléfono, no podía ser de otro modo. Estuve pendulando de aquí para allá, ni siquiera el regalo que me hizo la tele, echando tenis, sirvió para nada. Normalmente el tenis me duerme como una piedra. Al mismo tiempo me gusta el tenis. No preguntas me hago. No sé cuándo me dormí, salí a dar una vuelta a las tantas y eso debió relajarme algo, o no, o simplemente reventé en el curso normal de los ciclos biológicos. El caso es que las calles conformaban la imagen de una ciudad fantasma y eso me gusta. Me gusta la sensación de estar solo, me molesta mucho la gente cuando son idiotas que no conozco y vociferan y hacen el estúpido el noventa por ciento del tiempo. Cuando les conozco a veces mi afecto por ellos mejora algo. Otras veces mejora mucho.

Me he metido en la ducha de pasada, para no llegar muy tarde, y he pasado por el estanco para comprar un bono de mierda y un paquete de golden virginia. Imbéciles en el estanco, en la calle, por todas partes. Después he ido a casa de Goyete y me ha servido un café que perfectamente podría ser considerado dopaje en cualquier competición deportiva. Me ha lanzado a la estratosfera, y no tomé la precaución de llevar el traje pertinente. He medio convencido a goyo para hacer una bitácora sobre cine cuando tenga el ordenador nuevo, y verdaderamente sería algo enorme, porque no conozco a nadie que sepa más de todo el cine y que al mismo tiempo sepa contarlo como una persona, y no como los engendros trasnochados y mecánicos de Garci (al que incluyo en la adjetivación anterior). A ver si es verdad.

Después me fui a casa. No tenía por qué, pero me apetecía pasar por allí. De camino compré unas cervezas. Me han devuelto «Cartero» y lo estoy releyendo. Una de las cuestiones que no olvido es que no voy a leer este libro sin una cerveza delante, me parece una felonía. Es una cuestión de estética, eso que tan bien entienden los putos yanquis, aunque ellos a un nivel elemental (cuando se visten para ir al béisbol o a la somanta de ostias del fútbol americano). Todo lo que hacemos está transido por procesos estéticos internos que son la parte significante del asunto. Eso es algo que L no pudo apreciar jamás. No es que no supiera disfrutar las cosas (ejem) sino que tampoco emplazaba muy bien el por qué de los gustos, lo que los relativizaba (al sacarlos del sí mismos, o incluso del uno mismo) aún más que saber exactamente (más o menos) de dónde venían. El caso es que sé por qué cuando coja el libro y la cerveza va a ser un momento grande que no pienso dejarme arrebatar por nadie.

Es fácil sentirse cerca de Hank, y no por las cervezas, sino más bien por el desencanto. No, definitivamente no quiero vuestros coches de mierda ni vuestras hipotecas de mierda, ni las lavadoras ni los domingos en el centro comercial. Prefiero tener mi curro, hacer lo que llamáis «ganarme la vida» y que me dejéis en paz, tengo muchas cosas que hacer, aunque os parezcan una mierda. Alguien lo dijo mejor:

‘ELIGE’
Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor grande que te cagas, elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos.
Elige la sal, colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a interés fijo, elige un piso piloto, elige a tus amigos.
Elige ropa deportiva y maletas a juego, elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos,
Elige el bricolaje y pregúntate quien coño eres los domingos por la mañana, elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, mientras llenas tu boca de puta comida basura,
Elige pudrirte de viejo, cagándote y meándote encima, en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte, elige tu futuro, elige la vida. («Trainspotting»)

Me monto en el autobús para venir al curro. Escucho que alguien dice que no es medio millón de pesetas. El conductor no quiere cambiarle veinte euros. Lo normal. La piba reacciona y se pone a pedir cambio. Cuando estás un poco desde fuera, te das cuenta de dónde está el error. Lo hace como si estuviera pidiendo algo. La gente está insensibilizada contra eso, así que nadie responde (más que un tímido «yo no» por ahí perdido). No va a conseguir cambio y no se da cuenta de en qué está fallando. No me creo que en un autobús repleto nadie tenga cambio. No puede pedir nada, se está equivocando. No reaccionamos. Me hubiera gustado decírselo. Yo hubiera tenido si no hubiera sido porque he comprado las cervezas. Y se lo hubiera dado. Supongo. El autobús arranca y la veo caminar furiosa, entrar en un bar. Allí, en la puerta de cristal, la pierdo. Meto la cabeza en el relato de Cortázar. Lo dicho, no quiero saber nada de esto.