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sabado de mudanza

El día comienza relativamente temprano. Vienen a buscarme y en casa de cris las prisas y nos vamos a casa de fer y tomamos un café mientras él desmonta equipos imposibles de música. Corriendo de nuevo a casa de cris, después a ikea, después a su nueva casa.

Subimos las cosas y, lo juro, cómo jode, cómo jode recordar que hace algunos años sucedió lo mismo pero de modo muy distinto (y todos los que vinieron comieron pizzas en una casa sin luz eléctrica…). Una buena comida a las siete de la tarde, charla emocionada («gracias, tronkos, os habéis portado». Qué va, jara, que va, gracias a ti por darme la oportunidad de hacer esto, de vivir esto contigo, con cris y con abe).

Después la cosa se me esfuma. Goyete me comentó algo que no debo, ni puedo, ni quiero reproducir aquí en burdos signos ortográficos. Al salir de la nueva casa de jara quedé con Ortondo, Roy, Santi y Miguelón. El pedo más brutal que me he cogido en dos años y medio. Os podéis imaginar las dimensiones. Todo comenzó, como siempre últimamente, con la nueva guitarra, con las cosas que no hubiera querido oir y con la depresión brutal de sentirme de nuevo enamorado, no correspondido, sólo (entre tanta gente, imbécil de mierda es lo que soy), con la de echarte de menos terriblemente, mi niña. De ahí la cosa desembocó en tragedia, como no podía ser de otro modo, y en forma, sobre todo, del pedo brutal y una mano derecha dolorida por el impacto de un otro no identificado (espero desde aquí que no fuera un algo orgánico).

Hice cosas que no quería hacer. Dije cosas que no quería decir.

Eso es, por supuesto, mentira. Quería hacer lo que hice y decir lo que dije.

Vértigos. Perdiendo altura. En barrena. En una perfecta barrena de manual.

batalla, sacrificio

La vida es una montaña rusa con pretensiones de ser una ruleta, también rusa. No comprendes muy bien estos saltos y estos desfases y estos momentos críticos en los que el dolor existe (¿aún existe, por qué?), estas ganas de dirigir el cañón a tu sien derecha para construir un agujero diametral hasta la izquierda, mejorando considerablemente el transvase de fluzo de uno a otro hemisferio cerebral.

Cuestión de que corra el aire, de que no se agote el empeño de soportar lo duro que golpea el empeño. Tomas viento en los pulmones y lo expeles lentamente, y en todas partes, a tu alrededor, puedes percibir la misma mierda, con diferentes tintes diarreicos, pero la mismita fetidez, la mismita intemperancia, el mismo adolecer de sentido y… abres otra cerveza (cuantas más abres más sabes que allí dentro no hay respuestas) y enciendes otro cigarro, y tomas de nuevo la guitarra como si fuera una espada y golpeas el aire. Ostia al mi menor, vibra la cuerda, cerdea, tiembla la caja por la violencia y estás afónico y no te importa, esto es una batalla, aquí viene la gente (o al menos tú) a hacerse pupita, porque lo importante es permitir que permee la rabia, permitir sin duda que la rabia retroalimente el momento y logre de nuevo la transmutación de los elementos: rabia por vivencias. A ser posible no-rabiosas. Incluso indoloras, si se me permite.

Esquilmado, roto, destrozado, hundido, por supuesto; pero satisfecho, pleno, rehecho, significante. Todo tiene un precio y has descompuesto tu sangre, la has metido en un bote hermético y se ha producido la recombinación. Tienes la fuerza de cien hombres ebrios. No durará, esto es un puro sacrificio de sangre. Dentro de algún tiempo, algunos días, tendrás que hacerlo de nuevo para mantenerte vivo. De algún modo vivo.