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Asqdfer

Perdiendo la luna en un hueso de aceituna vamos a comer arabescos y a leer con los labios libros de cerveza, a pensar seriamente en no volver a pensar más, a coger un coche por los cuernos y disfrazarlo de carromato de heno, a no coger la guitarra, no suplicar, no enternecernos, a curtirnos con hielo y ¿quién sabe? a desbrozar pensamientos impuros y perecederos.

En otro orden de cosas dolor en el costado izquierdo, un tendón no satisfecho con la derrota (en cuanto a trayectoria, «derroteros» (p.e)), que se amotina en cubierta y pide más nicotina, más fermentos, menos manzanas, poleos, judías verdes. Le comprendo perfectamente. Hoy tendrá su consuelo.

No fingido. Semillas de trigo para la nueva era (¿y eso qué coño será?), reblandecer el cerebro para que sea dúctil de nuevo.

Cerveza, Kebbab, risa.

El resto es una puta mierda.

aeiou

Las cosas suceden a su propio ritmo, es inútil meterles prisa. Una canción sale y se acerca, yo tengo un folio preparado y hago una impresión rápida:

«Perfectos borrachos dan tumbos, fracasan y piden perdón,
a ritmo desigual tienden a vaciar sus estómagos ebrios,
y van cayendo en la cuenta de que esta noche no es La Gran Noche,
de que están solos y ajados, y de que todos se esconden detrás de sus voces.»

Y sumo y sigo, y contrapongo (que es lo mío) y me río de quien no supo estar a su altura. Estaban mirando otras caras que querían que fueran su cara, y todo les parecía poco para la mímesis perfecta. No tenían ni idea. No tienen ni idea. No sirve de nada. No es importante. Mira tu cara, imbécil, mírala, y ya sabes quién eres. No me jodas, no quieras ser un cuento (todos lo somos, al fin y al cabo). No tiene sentido salirse de uno mismo según qué veces. No tiene sentido mirar la cara de otros y desear ser esa cara, esa tipología funesta de persona, esos ojos. Vacíos. Como los de una muñeca de trapo, o como los de un tiburón. Inexpresivos. Totalmente inexpresivos.

Y abro un brick de vino y rompo un poema en otro folio preparado a tal efecto:

No-ojos.

La luz en el salón hace requiebros con las cosas,
dignifica de algún modo el microondas,
la mesa, el sacacorchos,
yo me meto debajo y me miro en el
espejo de la pared.

Y veo un mundo de brillos
tras un pálido fantasma gris,
especular de sí mismo en el espejo,

por lo que vuelvo mi mirada de nuevo
a las cosas, la luz del sol hace
requiebros con ellas, dignifica
de muchos modos el microondas,
la mesa, el sacacorchos,
todas son cien cosas distintas
al mismo tiempo, o una sola
con mil ojos,
o conjuntos de existencias
paralelas y contemporáneas,
no importa.

El que preocupa es el fantasma,
tiene la mirada vacía, los ojos hueros,
una sombra de resaca en la frente,
espuma de los días que ya no rompen
en el cráneo, que no desgastan la roca
cerúlea de los pensamientos,
tiene los pómulos caídos, el cuello
torcido, los dientes rotos, la camiseta
sucia de café, de albóndigas en lata,
de poléo, que aduna
en su estómago, de sed.

Una sed infinita que se aparece en sus
no-ojos. No hay mil brillos en su cara.
Pero están las cosas, el microondas,
la mesa, el sacacorchos. Ellas se
dignifican con la luz. Con la luz hoy.

Un cigarro. Tic-tac. Un sorbo de vino. Tic-tac. Un poema, una estrofa de una canción. Leo un rato. Me ducho (y ahora sigo). Viento. Todas las cosas tienen sus propios ritmos. Es estúpido meterles prisa. Es estúpido, de cualquier modo, significar algo.

El significado es una trampa mortal.

como si nada

Siempre con la misma pregunta.

Sé quién es ese tipo. Sé lo que busca. Lo que no sé es cómo formatearle en ciertos aspectos. Cuestión de borrar algunas carpetas. Tiene que haber una que tenga en el rótulo ese nombre, botón derecho, eliminar y a seguir a lo mío.

Gilipolleces en mayúscula.

Hay muchas fotos de este fin de semana. Hice muchas cosas. Algunas buenas. Otras enfocadas. Otras ni lo uno ni lo otro, sino más bien lo radicalmente opuesto. Conclusiones pocas. Al final la única conclusión parece ser seguir tirando, como se pueda, haciendo mucho ruido o en silencio, según el día. Renqueando. Uno va cogiendo taras con el tiempo. Las taras no se quitán, o te amoldas o no. Simplemente.

He visto tipos que eran de puro acero con la columna vertebral descuajada y partida por la mitad después de una ostia.

No me parece atractiva la idea.

He visto otros tipos que siempre parecen rotos, pero que tienen un cierto brillo en los ojos que se extiende a todo el cuerpo en las circunstancias adecuadas.

Entonces los reconozco. Han hecho suyas las taras y viven en parte de ellas.

Eso tampoco me parece atractivo, pero al menos no andan por ahí con las vértebras al aire.

Como las alas de un avión, o la estructura de un puente. Demasiada rigidez siempre es una amenaza. No hay material lo suficientemente fuerte como para no resquebrajarse ante ciertas cosas. Es mejor combarse un poquito, integrarse en el aire. Ceder. Lo justo para no partirte por la mitad.

Esos tipos, si tienes dinero para invitar a un vinito o a un café y tiempo, te cuentan cosas asombrosas. Uno se pregunta cómo pueden seguir viviendo después de pasar por sus propios periplos personales. No voy a decir que reconforte de algún modo, porque cada cual tiene sus propios asuntos deletéreos. Pero lo patético de la desgracia es que tiene la suficiente fuerza como para despertar la más pura empatía. Eso te saca de tu cabeza. Un rato.

Tendría que escribir esas conversaciones, pero me cuesta. Me parece una violación de cosas que no me pertenecen del todo. Yo me limité a estar ahí y escuchar (qué hacía Romaña cantando a Octavia de Cádiz por no sé qué bares…?)

Una vez hice mía una frase de Iniesta (que creo recordar que tampoco era suya): «yo no soy Jesucristo, a mí no vienen a verme los enfermos, a mí vienen a verme los borrachos». Ahora sé que eso está completamente alejado de la realidad. A mí viene a verme gente. Algunos están enfermos, otros están borrachos, otros tienen otros asuntos en el entrecejo.

Y juro que he visto tipos que eran de puro acero con la columna vertebral descuajada y partida por la mitad después de una ostia. Pero también les he visto enteros, en forma. Como si nada hubiera sucedido.