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las cosas II

«Y si tu culo es el que invita yo me quito la camisa
y te espero aquí, en mi almohada, para una fiestecita».

Uno desearía que las cosas fueran más sencillas. Uno le gustaría tener la retórica (en el buen sentido) suficiente como para saber transmitir la idea. La que está ahí. La que no molesta. La que aclara. La que deja bien brunida la armadura, condenada en la armería.

Pero no son así las cosas, las gentes no somos así. Damos tumbos, guerra de trincheras, guerra fría de las emociones pasadas mal digeridas. Cuantas ganas, a veces, de mandar todo a la mierda de una vez y para siempre. Que fácil pasan las frases en la lectura: guerra fría de emociones pasadas mal digeridas, atascadas el píloro, en la boca, en el esfinter anal, recordándonos no sé qué terribles cosas. No sé qué cosas terribles que sólo dicen: «despacio». Prefería «deslizate». Es más sabio.

Como un gato hidráulico atenazando la boca, el ano, todos los buzones corporales que son esfínteres y se cierran, se protegen de las invasiones que siempre parecen venir de fuera.

Pero surgen de dentro. Sería mejor abrir y evacuar, vaciar, limpiar, redención mental.

Un gato hidráulico sobre los ojos, presionando las cejas. Relajando el sexo, reventando el tabique nasal, deformando las mejillas, idiotizando labios rojos labios temblorosos. Me estoy haciendo entero, y lo estoy haciendo mal, terriblemente mal. Me estoy deformando. Me estoy generando deformado. Me estoy creando pensando que lo hago de una nada absoluta, pero es mentira. Todo suma y sigue. Para mí la perra chica. Y a ver de qué coño me sirve la certeza, si no es aplicable en este el mejor de los mundos posibles.

Si dios existe, tiene un sentido del humor complejo hasta el denuedo.

La ropa me estorba porque me dibuja. No quiero lineas sobre mi cuerpo, no me dicen nada, no te dicen nada. Están diciendo cosas erróneas, de hecho. Creo que es evidente. A tomar por culo. Abramos un par de cervezas y a llorar. ¿Por qué? Porque es lo que toca y toca ahora. Lo que toca ahora es esto y reír, después, ebrios, enteros, redimidos, plenos de algo que es todo y nada y lo único que hay, lo único que es. Que le den por el culo al «despacio» y le doy mis abrazos al «deslízate». Y que vengan luego a tocarme las narices con el dolor y los daños y la pérdida y el abandono, y que vengan luego a tocarme las narices y me cuenten cómo coño van a ser capaces de quitarme esto. No quiero más que la rabia diluida en la piel suave y derramada en la risa, y fuera de lugar, y fuera de todo tiempo. Y las sábanas, que también participan, y los vasos y la ceniza y el sentir que estoy transido de ti transiéndote al mismo tiempo y trascendiéndome en ti al mismo tiempo que tú en mí y todo en nosotros justificando el mundo. No es un puto trabalenguas, joder, es la retórica que me falta la que hace que todo parezca un galimatías sin sentido. Pero te juro que es claro, sencillo, liviano. No hay otra porque no hay otra cosa que sea, desde luego no los desayunos y los concesionarios y la tele y el periódico cada mañana o de cuando en cuando. No, desde luego nada de todo lo demás. Esto es lo único que hay, y encima tenemos la puta desgracia de que lo frecuente es lo otro, lo que no es en absoluto. Así que lloremos por todo ello. Después, redimidos, ya sera otra cosa.

la luz

He perdido la luz y a veces, cuando te veo, la recupero. Pero siempre muy despacio, siempre después de un rato. La luz me preocupa, porque hace entenderlo todo de otra manera. Con ella hay importantes desgravaciones fiscales, y es una forma de erradicar los transtornos bipolares, los ritmos circadianos. Es curioso que sea así, porque nunca le di importancia cuando la tuve. Siempre me pareció lo normal, lo habitual, lo que es porque es. Pero siempre viene alguna situación capulla y te la arranca de cuajo. Entonces sí que se echa de menos.

No pude estar a la altura del bicho, porque él sólo pierde la luz cuando muere. Por eso me siento contento cuando, a veces, al verte, voy y la recupero de repente. Coincido en que no lo es todo, pero es mucho más que algo.

por eso

Qué complicado es rezarle a algo. Arroz en el fuego y una lata de atún, una de champiñones enteros, un brick de tomate frito, un par de huevos. Mirando la ebullición del agua, los granos de arroz dando tumbos, desorientados. Al fin y al cabo van a acaban en el estómago, no es para tanto. Mirando los goterones de grasa bien ordenados en el tubo del extractor. Por mucho que limpie, nunca llego a ellos. Están a un nivel supralunar, lejanos, distantes, inalcanzables; es fácil concluir que no sería malo rezarles. Pero qué complicado es rezarle a algo.