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como suceden las cosas

Estaba sudando la noche
y

sabes
que
estaba
sudando
la
noche

y las caras y los conos y las rupturas y la rabia
y yo no quería no sabía no podía
no tenía intención de estar allí

y no me jodas
que no puedo
no me jodas
que no intento
no me jodas
y déjame en paz
que cuando el último cierre
metálico

supuró fin

yo todavía estaba allí.

Que es mucho más de lo que puedes decir de ti mismo.

on the other side

Pago la luz manualmente, no la tengo domiciliada, y esto es así porque siempre entraba cuando más jodía. Hoy he mirado la fecha límite de pago de la última factura y he visto tres de mayo. He ido a mi cuenta y he visto que estoy en las mismas. ¿Aguantará hasta la próxima nómina?

Es cuestión de probarlo. Método experimental.

Me jode y me da por culo que todo venga cuando más jode. En el momento en el que tomas las riendas de tu vida te das cuenta de que no has tomado ni una mierda de nada, siempre hay empresas que se complacen en ofrecerte servicios básicos a precio de saldo. De su saldo, supongo, porque del mío no son. Me gustaría decirles que se metieran la luz por el culo, si no fuera porque sin luz no se puede vivir, por ciertas memeces de la vida moderna, como tener agua caliente, cocinar y conservar las cervezas bien frías.

O como escribir esto.

Comprendo que todo el mundo tiene que comer. Pero me parece que ellos no comprenden muy bien que yo también tendría que comer, en un estado ideal de cosas o en el mejor de los mundos posibles.

Bah, es sucintamente igual. No importa. El caso es que todo y las cosas existen de tal modo que a veces uno se pregunta si no está equivocado de planeta.

Y repitiendo en esta bitácora:

Muertes.

Primero te olvidé en tu voz.
Si ahora hablases aquí,
a mi lado,
preguntaría yo: “¿Quién es?”

Luego se me olvido de ti tu paso.
Si una sombra se esquiva
entre el viento, de carne,
ya no sé si eres tú.

Te deshojaste toda lentamente,
delante de un invierno: la sonrisa,
la mirada, el color del traje, el número
de los zapatos.

Te deshojaste aún más:
se te cayó tu carne, tu cuerpo.
Y me quedó tu nombre, siete letras, de ti.
Y tú viviendo,
desesperadamente agonizante,
en ellas, con alma y cuerpo.
Tu esqueleto, sus trazos,
tu voz, tu risa, siete letras, ellas.
Y decirlas tu solo cuerpo ya.
Se me olvidó tu nombre.
Las siete letras andan desatadas;
no se conocen.
Pasan anuncios en tranvías; letras
se encienden en colores a la noche,
van en sobres diciendo
otros nombres.
Por allí andarás tú,
disuelta ya, deshecha e imposible.
Andarás tú, tu nombre, que eras tú,
ascendido
hasta unos cielos tontos,
en una gloria abstracta de alfabeto.

Pedro Salinas.

bastos

Hoy brilla todo.

Se acabo el perder, de momento al menos.

Han dejado de pintar bastos.

Son sus ojos.

Seguramente sean sus ojos.

Cuando sonríe se desvirtúa cualquier otro sentido.

Y yo me quedo mirándola, preguntándome por qué a mí,
sin poder encontrar méritos o respuestas.

No tengo ni idea de por qué sale una margarita en el alfeizar de la ventana,
o de por qué llueve cuando le da por llover.

Pero el hecho, la circunstancia, es que hay una margarita en el alfeizar.
O que llueve.

Asombrado me quedo mirando.

Asombrado me quedo en blanco, sin pensar.

Sin entender demasiado, y sin que me preocupe demasiado no hacerlo.

Sus brazos se entralazan en mi cuello y quizá en un susurro me dice «te quiero».

Quizá no esté preparado, pero lo escucho.

Son sus ojos.

Seguramente sean sus ojos.

Que me miran desde el otro abismo que siempre es el abismo del otro.

Y me enlazan, de algún modo.

No queda mucho refugio cuando eres comprendido.

Porque la comprensión es el refugio mayor.

Ahí te quedas, sentado, mirando,
espeluznado y contento, terrible y enardecido.
No hay sitio donde ir a partir de ahora.

Ya has llegado.

No sabes lo que durará, tampoco sabes cuándo va a dejar de llover.

Pero,
de momento.
llueve.

Estamos aquí en medio.
Las cosas nunca se toman la molestia de tenernos en cuenta.
Simplemente, son. Ocurren.