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anaximandro en horváth

Claro, había otro lugar donde se citaba la frase de Anaximandro, la traducción más inquietante de todas. Era en Horváth, en «Juventud sin Dios», la cita el cura.

Sólo una frase nos ha quedado del paquito de Mileto, nacido en el 610 A.C, muerto en el 547:

«A partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, de acuerdo con el ordenamiento del tiempo».

Este es el primer post sobre el tema.

La más inquietante de todas.

horváth

hor1.jpg

Cuando termine de leer «Juventud sin Dios» tocará el comentario de Horváth, que espero no sea tan sucinto como los demás.

Me ha recordado que la pasta, solo con pasta y curri y algo de albahaca, por mucho que me engañe, no está buena. Que la suciedad se extiende por el desinterés, y no por la falta de limpieza, que hay soledades que se dirimen en la cama y no en las fiestas, que un beso a tiempo rompe el alma y un abrazo a deshoras es mejor que muchas celebraciones juntas. Que una caricia inesperada tiene la fuerza de cien manos, que un sujetador en la cuerda de la ropa tendida es un halo de aire fresco en las mejillas, que la vida tiene particularidades que no son capaces de expresarse en singular, que el cigarro sabe mucho mejor compartido y después de un polvo. Que la risa por una gracia tuya de aquel al que quieres es mejor que mil aplausos, que el poso del café repegado en la taza sale mejor cuando en el borde han estado sus labios, que las toallas no huelen tanto a humedad cuando no eres el único que se seca con ellas, que es maravilloso entrar en la bañera y ver todos los botes de jabón y champú abiertos. Que no sirve de nada imaginar que las sábanas están calientes cuando entras, porque no huelen a lo que deben oler. Que la guitarra suena mejor si se afina a pulsos de piel, que si llegas a casa y no te tienden un tierno beso es como si no hubieras llegado nunca. Que no hay nada mejor que meter la llave en la cerradura y dar sólo una vuelta, sabiendo que tú no te has dejado la puerta abierta al salir. Que ver luces por la ventana desde la calle no es sinónimo de que te has despistado otra vez, sino de que alguien las ha encendido por ti y te espera con su abrigo de cariño.

No hay nada mejor que respirar un aire viciado, que ha estado en otros pulmones antes y de ahí salió directo a los tuyos por la proximidad de las bocas de riego. Nada mejor que levantarte a las siete e ir como un psicópata a comprar porras para otro. Nada mejor que enfangar tus manos en la taza del váter para que otro sonría, complacido.

Nada mejor que estar doscientas horas en la cocina esperando obtener un gemido de placer cuando tu obra sea introducida en las cavernosidades húmedas y tibias de su boca.

Nada mejor que la siesta de después, con una cabeza en tu hombro y la melena reposando en tu brazo.

Pero mejor agotar este poleo, hundirlo en tu craneo, tras los ojos, sumergir los pros de ciertos asuntos tras los pros de ciertos otros. Retomar tu costado herido, tu cabeza perdida, retomar la novela que escribes en secreto (hasta ahora, al menos), o el palomar, o la misma vida que se transfigura y, de uno u otro modo,

es otra.

Y también tiene sus cruzadas, sus masacres y sus oasis.

Pero eso ya lo sabes desde hace tiempo.

Nada mejor, nada peor… el infinito de las paralelas de las circunstancias son los extremos radicales. Juro que ahí nunca se sabe.

Anaximandro de Mileto

«El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que convierten al perecer, «según la necesidad, pues se pagan mutua pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo», como Anaximandro dice en términos un tanto poéticos.»

Simplicio, en Kirk-Raven.

«Allí donde está la génesis de las cosas que existen, allí mismo tienen estas que destruirse por necesidad. Pues ellas tienen que cumplir mutuamente expiación y penitencia por su injusticia conforme al orden del tiempo.»

Paniker, cita en «Filosofía y Mística»

Muchas traducciones ha tenido esta frase, el texto filosófico más antiguo que se conoce, según Paniker. No tengo ni idea, a mí me comió la cabeza desde la primera vez que lo leí, que debió ser hace unos doscientos mil años, más o menos, a la espera de la prueba del carbono-14.

Expiación y penitencia por su injusticia… Anaximandro debió ser un buen tostón, pero de conversación siempre interesante. Es un decir.

Caos, entropía, finitud… Procedemos del «ápeiron», una especie de substancia (sin ser substancia) indefinible, una especie de materia primordial inmortal, indestructible. Algo, alguna característica de esta materia, se empeña en producir las cosas que existen, pero esa misma existencia es una injusticia conforme al orden del tiempo, porque (supongamos) lo que existe existe siempre y lo que no existe no existirá nunca. Una malformación produce lo existente por los pelos (e.d. de forma imperfecta, porque algún día desaparecerá), que precisamente existe por los pelos por apropiarse indebidamente de la existencia. Menudo mal rollo. Un error (y ahí, a fecha de hoy, estamos todos de acuerdo, si no un error sí un azar) provoca existencias indebidas que vagan por el mundo (otra existencia indebida) mientras su propio carácter injusto (o caótico, o entrópico) les mina poco a poco hasta hacerles retornar a la materia indefinible inicial.

¿El big-bang, se pregunta uno?, la gran ostia de la informidad inicial. La velocidad producida por el estallido impulsa retazos de materia, que vuelan, giran unos sobre otros, se pegan ostias, se «asocian». Producen cosas. La gravedad. La luz (cuando una ostia particular liberó los fotones, mientras tanto nada, ni tan siquiera obscuridad). Dando vueltas unos pedazos sobre otros expelidos por la violencia de la primera ostia.

Nuestra injusticia se cumple y la palmamos, nos comen los gusanos, pasamos a formar parte (brevemente) de sus organismos, después nitratos, probablemente, vueltas y vueltas, una col, una lechuga, una vaca o una neurona de Einstein. El mundo sigue así con su propia injusticia, girando alrededor del sol hasta que se le inflen los cojones (cuando se agote el hidrógeno) y reviente tragándose La Tierra (entre otros protagonistas estelares de excepción) hasta quedar convertido en una enana roja, luego una enana parda. Y el sistema solar seguirá pagando la injusticia hasta que, vencido, se convierta en una patrulla de cometas, o en pura energía, según el caso. Y la Vía Lactea seguirá pagando su propia injusticia hasta que reviente contra otra galaxia, o hasta que también se agote (entropía de los sistemas cerrados…) y el Universo seguirá pagando su propia injusticia hasta que se acabe la propulsión de la ostia inicial, lease Big-Bang, y las fuerzas gravitatorias tiendan a concentrarlo todo en un solo punto, otro punto inicial… O no, algunos aseguran que nos expandiremos siempre (negando quizá la fuerza de la materia oscura, o qué sé yo), formando un universo cada vez más extenso y más vacío…

Ápeiron… para mí la substancia primordial es la Nada, que padece ínfulas de grandeza y quiere ser algo… pero no puede. No tiene la fuerza para hacer eterno algo que no es. Y genera la pseudo-existencia (pseudo sólo desde ese punto de vista) de lo finito.

Visto así, no es de extrañar que todo lo que hacemos, lo que construimos, tenga un tiempo propio de existencia. Es la injusticia de una injusticia conforme al orden del tiempo (que es la Nada…). Las relaciones (y me temo que ahí es donde voy), son más de lo mismo. Injusticias conforme al orden del tiempo, que expían y hacen penitencia mediante su carácter inevitablemente finito.